viernes, 26 de marzo de 2010

Decubrimiento y Conquista de Venezuela

.Objetivo General
Analizar el proceso de descubrimiento y conquista de Venezuela y los lineamientos generales de su historia a partir de 1830

Sipnosis del Contenido
La asignatura deHistoria de Venezuela, le permitira al alumno conocer acerca de su pais diferentes sucesos historicos que podra a su vez ser transmitido a los niños en educacion basica
Desarrollo de las unidades
UNIDAD I: Descubrimiento y conquista de Venezuela
UNIDAD II: Sociedad Colonial
UNIDAD III: La Independencia Venezolana
UNIDAD IV: Historia de Venezuela a partir de 1830
UNIDAD I
Objetivo
Describir los hechos acontecidos en el descubrimiento y conquista de venezuela
Contenido
1.1 Poblamiento y evolucion cultural: Doblamiento del territorio. Clasificacion de lasculturas pre-hispanica. Periodos de doblamiento indigena en el territorio americano. Clasificacion de los viajes de exploracion. Trayectoria maritima de los viajes de exploracion de los españoles en el territorio venezolano
Los estudiantes realizaran un trabajo escrito tipo monografico desarrollando los temas , utilizando las normas UPEL , debe contener una introduccion desarrollo de contenidos , conclusiones y bibliografia,
pùeden utilizar fuentes electronicas o textos
Fecha de entrega del trabajo: 03/04/2010

sábado, 14 de junio de 2008

Edad Contemporánea


Concepto de Edad Contemporánea.

Edad contemporánea, periodo histórico que sucede a finales del Siglo XVIII el cual se desarrollo hasta el presente le confieren unas connotaciones muy particulares por su cercanía en el tiempo. Suele considerarse que la llamada época contemporánea comienza en 1789, con la revolución francesa, que provoco la caída del antiguo régimen existente en Europa y abrió el camino a nuevas formas de organización política y social.

El nacimiento de los Estados Unidos de América.


Las trece colonias británicas de América del Norte fueron el escenario donde por primera vez se pusieron en práctica las nuevas teorías políticas de la Ilustración y del liberalismo político y económico. El conflicto entre Gran Bretaña y sus colonias tiene sus orígenes en la paz de París (1763), que, al alejar de los colonos británicos en Norteamérica el peligro francés y la competencia colonial, contribuyó al desarrollo económico de las mencionadas colonias (las del norte basadas en el comercio; las del sur, en la agricultura). Como consecuencia de ello se habían fortalecido sus aspiraciones de autogobierno.
Herederos de las tradiciones británicas, los colonos norteamericanos gozaban de una libertad política muy superior a la de los pueblos europeos. En este ambiente de progreso, en que se habían introducido las ideas revolucionarias, se hallan las causas primeras del movimiento de independencia de las trece colonias británicas.
Las causas inmediatas se fraguaron como respuesta a la política autoritaria y comercialmente restrictiva del monarca británico, Jorge III (1760-1820). Éste, preocupado por el déficit monetario generado por la guerra de los Siete Años, pretendió imponer una serie de nuevos impuestos en las colonias, las cuales reaccionaron de forma violenta en diversas ocasiones.
En 1773, con motivo de la aplicación de la tasa sobre el té, se llegaron a producir graves incidentes en el puerto de Boston, y los colonos, disfrazados de pieles rojas, asaltaron y arrojaron al mar un cargamento de té. Jorge III reaccionó enérgicamente y proclamó el estado de excepción.
Los congresos de Filadelfia
Salvo Georgia, que se mantuvo leal, los delegados de los restantes doce estados de Nueva Inglaterra (Massachusetts, Nueva Jersey, Nueva Hampshire, Pennsylvania, Delaware, Virginia, Maryland, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Nueva York, Rhode Island y Connecticut) se reunieron en el I Congreso de Filadelfia, donde redactaron una Declaración de derechos (1774) y decidieron suspender el comercio con la metrópoli hasta que se restableciera la situación anterior a 1763.
En 1775, el II Congreso de Filadelfia acordó su separación de la corona británica. El 4 de julio de 1776 era aprobada por los congresistas una Declaración de independencia redactada por Thomas Jefferson (1743-1826), abogado de Virginia y, posteriormente, tercer presidente de Estados Unidos. La declaración fundaba la separación de las colonias en "las leyes de la naturaleza y del Dios de la naturaleza" y en las verdades "evidentes" de la razón.
La guerra de Independencia
Al principio, la guerra (1775-1783) fue difícil para los insurgentes, mal organizados. El ejército británico, formado por mercenarios alemanes en su mayor parte, los superaba en número y técnica militar. Pero, con tenacidad y patriotismo, el general George Washington supo conducir sus tropas a la victoria.
Tras el importante triunfo americano de Saratoga en 1777, Benjamin Franklin (1706-1790), el primer embajador de Estados Unidos, inició en París una campaña a favor de la causa independentista. Un grupo de jóvenes franceses capitaneados por el marqués de La Fayette (1757-1834) marchó a las colonias para sumarse al ejército de Washington.
Francia, en 1778, y España, en 1779, decidieron intervenir a favor de la causa norteamericana con el objeto de debilitar a su tradicional enemigo, Gran Bretaña. Las tropas británicas fueron vencidas definitivamente en Yorktown (1781). La paz se firmó en Versalles en 1783. Gran Bretaña reconocía la independencia de Estados Unidos y cedía los territorios hasta el río Misisipí, mientras Canadá quedaba bajo su dominio. Francia recuperó Tobago, Santa Lucía y, en África, el Senegal, pero quedó arruinada. España, por su parte, recobró Florida, algunos territorios de Honduras y, en el Mediterráneo, Menorca, pero más tarde sufriría en su propio imperio colonial las consecuencias de la independencia de América del Norte.
Organización del Estado Federal
El 17 de septiembre de 1787, la Convención Nacional de Filadelfia aprobó la Constitución de Estados Unidos, por la cual se instituía una república federal en la que cada estado conservaba sus propias instituciones. Se puso en práctica la división de poderes: el ejecutivo era dirigido por un presidente elegido cada cuatro años, el legislativo lo ejercía un Congreso formado por dos cámaras (senado y cámara de representantes), mientras el judicial quedaba en manos de la Corte Suprema de Justicia. El primer presidente electo fue George Washington (1789-1797).
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Maquinismo o Revolución Industrial.

Es el cambio que se produce en la Historia Moderna de Europa por el cual se desencadena el paso desde una economía agraria y artesana a otra dominada por la industria y la mecanización.
Fue un movimiento surgido en el Siglo XVIII en Inglaterra, extendido a Europa y a los Estados Unidos, originado en la invención de las máquinas para la industria textil, de las máquinas de vapor y eléctricas, y de los motores de explosión



La Primera Guerra Mundial.


Desde 1870, Europa vivía temerosa de la guerra: nunca los estados europeos habían mantenido tan gigantescos ejércitos en tiempos de paz como a principios del siglo XX. La tensión política entre las principales potencias europeas era manifiesta. Francia y Alemania se hallaban enfrentadas desde que, tras la guerra franco-prusiana, Francia había perdido los territorios de Alsacia y Lorena, y la situación se había agravado con la cuestión colonial en el norte de África. Por otro lado, los intereses económicos habían acrecentado la rivalidad entre el Reino Unido y Alemania. Por último, Rusia y Austria competían por los territorios balcánicos. En este ambiente funcionaba un sistema de alianzas entre los países europeos. Desde 1887, Italia se hallaba unida a Alemania y al imperio austrohúngaro por la Triple Alianza. Por su parte, Rusia, Francia y Reino Unido habían aliado sus intereses por la Triple Entente de 1907.
El conflicto estalló en los Balcanes. El imperio otomano, en descomposición, poseía una franja en los Balcanes desde Constantinopla hasta el Adriático. El resto del territorio era un complicado mosaico de estados de diversa entidad política: Grecia, Rumania, Bulgaria, Serbia y Bosnia-Herzegovina. Este último estado pertenecía a Turquía pero estaba ocupado y administrado por Austria desde 1878. Por su parte, los territorios de Croacia y Eslovenia (habitada por los eslavos del sur o yugoslavos), pertenecían al imperio austrohúngaro. Y Serbia era el foco de agitación de todo este conjunto. Durante 1912 y 1913 hubo dos guerras en los Balcanes. La primera enfrentó a Serbia, Bulgaria y Grecia contra Turquía; la segunda, a Serbia, Grecia y Turquía contra Bulgaria. En estos conflictos, unos países ayudaban a otros según el juego de las alianzas, lo cual amenazaba con originar la chispa bélica en cualquier momento.
El estallido de la guerra
El 28 de junio de 1914 fue asesinado el archiduque Francisco Fernando, heredero al trono austríaco, en Sarajevo, capital de Bosnia, por un miembro del partido secreto panserbio Unión o Muerte, de carácter nacionalista y que actuaba con el beneplácito de Serbia.
El gobierno austríaco, apoyado por Alemania, envió un ultimátum a Serbia para que permitiese que funcionarios austríacos colaboraran en la investigación de los hechos. Sin embargo, Serbia, apoyada por Rusia, rechazó dicho ultimátum por considerarlo una intromisión en sus asuntos internos. El 28 de julio, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia. Rusia, para ayudar a Serbia, movilizó a sus tropas hacia las fronteras alemana y austríaca, por lo cual Alemania declaró la guerra a Rusia, el 1 de agosto de 1914, y a Francia, el 3 de agosto. Durante los días 3 y 4 de agosto, las tropas alemanas invadieron Bélgica, lo que originó que el Reino Unido, aliado de Francia, entrase en la guerra el 4 de agosto. El 6 de agosto Serbia declaró formalmente la guerra a Alemania, y Austria-Hungría lo hizo respecto a Rusia; finalmente, el 11-12 de agosto, Francia y el Reino Unido, por su parte, iniciaron las hostilidades con Austria-Hungría.
Francisco Fernando de Habsburgo (1863-1914) Archiduque de Austria y heredero de su tío, el emperador austriaco Francisco José I. Favorable al entendimiento con Alemania, su muerte en Sarajevo a manos del nacionalista serbio Gavrilo Princip llevó a la Primera Guerra Mundial.
Bloques y alianzas
En agosto de 1914 se enfrentaban las potencias centrales (Alemania y Austria-Hungría) a los aliados (Serbia, Bélgica, Rusia, Francia y Reino Unido). Al bloque aliado se sumaron luego Italia (1915), Rumania (1916), Portugal y Grecia (1917). Las potencias centrales aumentaron su poderío con la incorporación a su causa de Turquía (1914) y Bulgaria (1915). Por consiguiente, sólo permanecieron neutrales Suiza, los países escandinavos, Países Bajos (donde se refugió el kaiser Guillermo II) y España.
La contienda se extendió más allá de los territorios europeos, pues las colonias respectivas colaboraron con combatientes o sirvieron como teatro secundario de las operaciones. Por su parte, Japón halló una ocasión propicia para apropiarse de las bases alemanas en China (Shantung). Por último, en 1917, Estados Unidos decidió intervenir en la guerra en apoyo de los aliados, lo cual acabó por romper el equilibrio internacional de fuerzas. En varios aspectos, la llamada Gran Guerra tuvo un carácter moderno: propaganda bélica, nuevos materiales (gas asfixiante, lanzallamas, etc.). Se inició también en ella la utilización de aviones y submarinos.
La guerra de movimientos
En un primer momento se abrieron en Europa dos frentes: el occidental, en Francia, y el oriental, en Rusia. La estrategia militar alemana se basaba en el plan Schlieffen, que consistía en un rápido ataque, hacia el oeste, contra Francia. Sin embargo, en la batalla meridional del Marne (6-9 de septiembre de 1914), la contraofensiva francesa, dirigida por el mariscal Joffre (1852-1931), detuvo el avance de las tropas alemanas del general Moltke (1848-1916) sobre París, salvando así la situación.
Los aliados resistieron también una serie de ataques alemanes (octubre-noviembre) contra Calais, Boulogne y Dunkerque, con los cuales se trataba de impedir la llegada del apoyo británico. Finalmente, el frente quedó estabilizado desde el canal del Yser, en Flandes, hasta la frontera suiza, a lo largo de unos 800 kilómetros.
Simultáneamente, en el frente oriental, las tropas alemanas, dirigidas por el general Hindenburg (1847-1934), vencieron a los rusos de Samsonov en Tannenberg (26-30 de agosto de 1914). Sin embargo, también al mismo tiempo, el ejército austrohúngaro era derrotado en Lemberg (agosto-septiembre), teniendo que retirarse de Galitzia, en Polonia.
La guerra de posiciones
La guerra, que al principio parecía que iba a ser rápida, se mostró luego demasiado equilibrada como para permitir prever el desenlace. Los contendientes iban a intentar nuevas técnicas, como el desgaste (gases venenosos, bloqueo económico, submarinos) o la diversión (crear nuevos frentes). A lo largo de 1915-1916, la guerra se estabilizó debido a la construcción de trincheras. En 1916, el alto mando alemán, decidido a acabar con el obstáculo de las trincheras francesas, inició (21 de febrero) una ofensiva contra Verdún. Durante diez meses, las tropas francesas, al mando del mariscal Pétain (1856-1951), lograron resistir. Sin embargo, las pérdidas fueron tan numerosas para ambos contendientes, que la lucha terminó sin vencedores ni vencidos. Los combates causaron tal pánico en los soldados de remplazo movilizados por la fuerza, que quienes la padecieron la bautizaron como la "Gran Guerra".
En el frente oriental, la ofensiva austroalemana desde el Báltico hasta el San, quedó detenida por la victoria rusa en Tarnopol (septiembre de 1915). Los nuevos frentes que se habían abierto para romper el estancamiento se hallaban en los Dardanelos y el Cáucaso (británicos contra turcos), y en Macedonia (austroalemanes contra rumanos).
La guerra en 1917
La guerra aceleró el hundimiento del gobierno zarista. Tras la abdicación de Nicolás II (15 de marzo de 1917), el gobierno provisional ruso decidió continuar la guerra, pero la toma del poder por parte de los bolcheviques ("revolución de noviembre"), partidarios del fin de la contienda, llevó a la firma unilateral de la paz entre Rusia y Alemania (tratado de Brest-Litovsk, 3 de marzo de 1918). Ambos países reconocían la independencia de Polonia, Ucrania, Finlandia y provincias bálticas. Era una medida impuesta por Alemania, que se aseguraba así una especie de cordón de seguridad en su frontera oriental.
Por otra parte, en Estados Unidos era cada vez mayor el sentimiento probélico de la población. El presidente Wilson (1856-1924) se decidió a declarar la guerra a Alemania, el 2 de abril de 1917, basándose en los ataques de barcos de guerra alemanes a su marina comercial. También contribuyó a ello el contenido del denominado "Telegrama Zimmermann", que fue interceptado por los servicios de información británicos. En dicho telegrama, enviado el 19 de enero de 1917 por el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Arthur Zimmermann (1864-1940), al embajador de su país en México, se apuntaba la posibilidad de una alianza germanomexicana con el fin de que, si Estados Unidos entraba en guerra, México marchara hacia el norte, prometiéndole la recuperación, en los acuerdos de paz, de Nuevo México, Texas y Arizona. El ejército de Estados Unidos, que contaba con 130000 soldados en 1916, movilizó a más de tres millones y medio de civiles. A los préstamos anteriores recibidos por los aliados, se sumaron ahora 10 000 millones de dólares que entregó Estados Unidos en concepto de provisión de alimentos y pertrechos.
¿Por qué perdió Alemania la decisiva guerra submarina? En 1917, Alemania desató una guerra submarina para romper el bloqueo de suministros impuesto por la flota aliada, pero la entrada en guerra de la marina estadounidense redujo sus hundimientos de 430 buques en abril a 215 en octubre. En 1918, los británicos bloquearon la entrada del puerto belga de Zeebrugge (base de submarinos alemanes), aislando a muchos U-Boats hasta el fin de la guerra.
El fin de la guerra
Firmada la paz con Rusia, el general alemán Ludendorff (1865-1937) decidió ganar tiempo y trasladó sus tropas al frente occidental. En marzo de 1918 consiguió derrotar a los aliados en Picardía y en mayo llegó hasta el Marne, pero en la segunda batalla del Marne (julio-agosto de 1918) los alemanes fueron detenidos por las tropas aliadas al mando del general Foch (1851-1929).
El ejército alemán se hallaba ya desgastado y sin reservas, por lo que la llegada de los estadounidenses los redujo a la defensiva y les obligó a retroceder. Finalmente, en septiembre de 1918, los generales Hindenburg y Ludendorff pidieron el armisticio. Por su parte, la pérdida de la guerra supuso para las potencias centrales una grave crisis política. En noviembre abdicaron los emperadores Guillermo II de Alemania y Carlos II de Austria.
¿Por qué Lenin fue tildado de agente alemán? Porque, de acuerdo con el gobierno alemán, volvió a San Petersburgo para preparar la revolución bolchevique de octubre de 1917. Lenin creía que Rusia debía abandonar la Primera Guerra Mundial y centrarse en la lucha por la victoria de la revolución socialista, y a Alemania le interesaba cerrar el frente ruso y derrotar a los aliados en el frente occidental, antes de la entrada en guerra de Estados Unidos.
La organización de la paz
En enero de 1919, veintisiete naciones iniciaron las conferencias para la paz en París. Wilson ocupó una posición hegemónica junto a los ministros del Reino Unido (Lloyd George), Francia (Clemenceau) e Italia (Orlando). Las condiciones se estipularon con los cinco países vencidos mediante la firma de cinco tratados por separado cuyos nombres corresponden a barrios parisienses: Versalles con Alemania, Saint-Germain con Austria, Neuilly con Bulgaria, el de Trianon con Hungría y Sèvres con Turquía.
La formación de nuevos estados
A grandes rasgos, puede decirse que Europa se modificó sustancialmente con la formación de nuevos estados, la desaparición de los grandes imperios, convertidos en repúblicas, y el sacrificio de Alemania. Los estados que surgieron del tratado de Versalles fueron: Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia. Por su parte, Rumania y Grecia se ampliaron. A Alemania, acusada de ser la única responsable del conflicto, le fue vetado su ingreso en los organismos internacionales. Se fijó en concepto de reparaciones de guerra una cifra de 220 millones de marcos, cantidad altísima que años más tarde fue reducida. Temerosas del poder económico y de recuperación de Alemania, las potencias vencedoras decidieron la ocupación temporal de la rica cuenca industrial del Rin, además del Sarre y del Ruhr. Por último, en el terreno militar se redujo su ejército de tierra cien mil hombres, se prohibió la reorganización de la aviación y se ordenó la entrega de la flota de guerra. El resentimiento provocado por la dureza extrema de las reparaciones de guerra, junto con la grave depresión económica de los años treinta con su desempleo generalizado y la extrema debilidad de la República de Weimar, influyeron decisivamente en el ascenso del nacionalsocialismo y su victoria electoral en 1932.
En abril de 1919 se creó la Sociedad de Naciones, organismo político internacional para preservar la paz y arbitrar en las posibles disputas. La Sociedad de Naciones debía administrar las colonias ex alemanas y supervisar los territorios perdidos por Turquía y confiados como mandatos a otras naciones: Siria y Líbano, a Francia, y Palestina e Irak, al Reino Unido.
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La Revolución Rusa de 1917.


La revolución de octubre alteró el curso de la historia rusa al transformar el enorme espacio geográfico de la Rusia zarista de un país en el umbral del desarrollo en una superpotencia militar y económica, que había de convertirse en un gran imperio al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Pero sobre todo la Revolución Rusa inauguró un ciclo de movimientos revolucionarios de nuevo tipo basados en la preeminencia del proletariado y la clase obrera, que alentaron, con la victoria de la revolución bolchevique y el férreo dominio impuesto sobre los partidos comunistas de todo el mundo por el Komintern, insurrecciones obreras y populares que se saldaron con sucesivos fracasos.
Con el fracaso de la revolución alemana de los espartaquistas, los bolcheviques acentuaron sus tendencias autoritarias que desembocaron en el triunfo del estalinismo y la consolidación en todo el mundo soviético del capitalismo de Estado dominado por la burocracia y la nomenklatura comunista. La gran figura de la Revolución Rusa fue, sin duda, Vladimir Ilich Ulianov (1870-1924), llamado Lenin, jefe del partido bolchevique (mayoría) surgido en 1903 como escisión del Partido Socialdemócrata Ruso. Lenin, en sus famosas Tesis de abril, criticó la colaboración del partido bolchevique y de los soviets con la duma y el gobierno provisional de Kerenski, y trazó la estrategia revolucionaria para lograr, por primera vez en la historia, la aplicación práctica de las teorías marxistas. Junto a él figurarían como colaboradores directos Stalin; Lev Davidovich Bronstein (1879-1940), Trotsky, que se incorporó al partido bolchevique iniciado ya el proceso revolucionario, pero que pasó a la historia como el artífice de la toma del palacio de Invierno, creador del Ejército Rojo e inspirador de la plataforma de oposición al estalinismo; y Zinoviev, Kamenev, Bujarin, Rikov y Radek, entre otras grandes figuras del partido bolchevique, víctimas todos ellos de las purgas estalinistas.
La revolución de febrero
Causa inmediata de esta revuelta fue la incapacidad del zarismo para hacer frente a los problemas derivados de la guerra mundial. Los revolucionarios se dividían en dos grupos principales: los liberales, que esperaban transformar Rusia en una república democrática y ganar la guerra contra Alemania, y los bolcheviques, anarquistas y socialrevolucionarios, que luchaban por una revolución de las estructuras económicas y sociales, y se mostraban partidarios de abandonar la contienda que enfrentaba a los trabajadores de los distintos países e impedía el triunfo de la revolución mundial.
La revolución estalló el 18 de marzo (el calendario juliano llevaba trece días de retraso respecto del occidental) en Petrogrado, actual San Petersburgo, y las tropas se pasaron al bando de los amotinados. Como el gobierno era incapaz de mantener el orden, los diputados se reunieron en la duma, y, por su parte, obreros, soldados y campesinos se organizaron en consejos populares llamados soviets (como ocurrió en 1905). La fuerza del movimiento determinó la abdicación del zar Nicolás II y la formación de un gobierno provisional. Este gobierno, presidido por el liberal príncipe Lvov, de carácter moderado y defensor de los intereses de la burguesía, se enfrentó a los soviets y dio lugar a un cambio de gobierno, que desembocó en la entrada de políticos social-revolucionarios y mencheviques, a la cabeza del cual fue colocado el menchevique A. Kerenski, que continuó enfrentándose a los bolcheviques e intentó, mediante la convocatoria de elecciones para una asamblea constituyente, serenar la conflictividad política y social. Pero, tras el regreso de Lenin, y el triunfo en el seno del partido bolchevique de sus Tesis de abril, se organizó una fuerte campaña contra el gobierno provisional, debilitado por su fracaso militar en la gran ofensiva de julio contra los alemanes (que implicó la descomposición definitiva del ejército y la formación de soviets de soldados y marinos en todo el frente) y a causa de las desavenencias entre el primer ministro Kerenski (1881-1970) y el comandante en jefe, general Kornilov (1870-1918). Éste intentó dar un golpe de estado en septiembre, que precipitó el proceso revolucionario al verse obligado el gobierno provisional a recurrir a los soviets para derrotar el golpe militar.
La revolución de octubre
Trotsky, elegido presidente del comité ejecutivo de los soviets, preparó un golpe de estado de acuerdo con la ideología bolchevique. Lenin era el encargado de dirigir la insurrección. Las consignas bolcheviques fueron seguidas por las masas de obreros, soldados, marinos y campesinos pobres (mujiks), organizados en soviets en gran parte del país. Los días 6 y 7 de noviembre (25 de octubre), los bolcheviques atacaron el palacio de Invierno, sede del gobierno. Kerenski y sus ministros huyeron y el Congreso Panruso de los soviets autorizó a los bolcheviques a organizar un Consejo de Comisarios del Pueblo presidido por Lenin.
Inmediatamente, el gobierno presidido por Lenin inició una serie de reformas de carácter socialista: supresión de las grandes propiedades, control obrero en las fábricas, creación de comités agrarios, etc. En julio de 1918 se promulgó una nueva constitución en Moscú, convertida en la capital de Rusia desde marzo del mismo año.
La guerra civil rusa
Contra el Ejército Rojo, organizado por Trotsky, se alzó un ejército blanco, contrarrevolucionario, formado por oficiales zaristas, cosacos y otros elementos, que contó con el apoyo y la intervención exterior de cuerpos de los ejércitos británico, francés, japonés y estadounidense. La guerra civil se prolongó casi tres años (1918-1921) y acabó con la victoria de los bolcheviques, cuyas filas estaban dotadas de mejor preparación y mayor cohesión. Trotsky y Lenin utilizaron la guerra civil para acabar con las otras corrientes que habían participado en la Revolución, como anarquistas y socialistas revolucionarios, y liquidar los brotes insurreccionales que desde la izquierda se plantearon a la dominación absoluta del bolchevismo (aplastamiento de los marinos de la base de Krondstadt en 1921, represión de las comunas anarquistas y de las guerrillas de Makhno en Ucrania).
En mayo de 1921, Lenin, siguiendo los consejos de Bujarin, organizó la nueva política económica (NEP), con la cual pretendía implantar un capitalismo de Estado que después diera paso al comunismo. Las tierras fueron declaradas propiedad estatal, pero se dejó libertad a los municipios para su utilización. Así mismo, el comercio y las empresas gozaban de libertad. El resultado fue satisfactorio, puesto que permitió superar la aguda crisis económica y que los campesinos abastecieran de nuevo a las ciudades.
La formación de la URSS
El I Congreso de los Soviets, celebrado el 30 de diciembre de 1922, decidió por unanimidad la constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), formada por Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Transcaucasia y las repúblicas del Asia central. En 1936 se otorgó una nueva constitución que establecía la unión de repúblicas como algo fluido, al menos sobre el papel: las repúblicas podrían separarse o formar otras nuevas.
Administrativamente, dentro de una república soviética federada podían existir ahora, según su extensión o importancia, distritos nacionales, regiones autónomas o repúblicas autónomas.
En el marco del Estado, la institución distintiva era el soviet (sólo el trabajador tenía derecho al voto). El sistema electoral era indirecto. El Congreso de Soviets de la Unión era el máximo órgano legislativo. Este organismo elegía a los comisarios del pueblo y a un Comité Central ejecutivo. En 1919, el Partido Comunista (bolchevique) creó la III Internacional, Komintern, que impuso un férreo control comunista a los movimientos obreros y revolucionarios del mundo.
Lenin (1870-1924) Revolucionario y político ruso. Creador (1922) de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), definió el bolchevismo como la puesta en práctica del socialismo científico (comunismo) de Karl Marx, dirigida por un partido unificado.
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El futuro inmediato de la tecnología.


El progreso técnico que la humanidad ha protagonizado desde sus albores permite que el ser humano se enfrente hoy a una serie de retos a los cuales deberá dar respuesta volviendo a echar mano de sus conocimientos técnicos y tratando de aplicarlos para solucionar los graves problemas que aquejan al género humano.
Los expertos de los organismos internacionales y las instituciones científicas han lanzado ya sus voces de alarma en relación con los problemas más importantes que aquejan a la humanidad en la actualidad y en un inmediato futuro. Los principales retos son la superpoblación y la escasez de agua y alimentos relacionada con ella. La contaminación del aire, el agua y la tierra y los efectos colaterales que esto produce, tales como el efecto invernadero (responsable del calentamiento de la atmósfera terrestre y del cambio climático) y la destrucción de la capa de ozono que nos protege (a nosotros y a los demás organismos vivos de la Tierra) de las radiaciones ultravioletas que llegan a nuestro planeta desde el espacio.
Relacionados de manera directa con estos problemas se encuentran el agotamiento de muchos recursos (a causa del despilfarro y la mala gestión) y la consiguiente generación de cantidades inasumibles de residuos, cuya destrucción es imposible. Ante este panorama desolador, los esfuerzos se centran en el desarrollo de tecnologías de generación y explotación lo más limpias posibles, el diseño de productos especialmente pensados para su reciclaje posterior, la reducción y racionalización del consumo de agua, energía, materias primas, etcétera, y una mayor vigilancia de la evolución del planeta y sus recursos.
Soluciones tecnológicas a los problemas humanos
Frente a este estado de cosas, la técnica se orienta en gran medida, en el campo de la generación, transporte y consumo de energía, hacia el desarrollo al máximo de las posibilidades de las llamadas energías limpias o alternativas (energía solar, fusión nuclear, etc.), así como hacia una gestión más racional de los recursos disponibles, para evitar la construcción de nuevas instalaciones de generación de energía que, racionalizando el consumo, son simplemente superfluas y suponen unos costes difíciles de asumir.
El desarrollo de dispositivos energéticamente eficientes, como las lámparas de bajo consumo, la utilización de sistemas de aislamiento térmico eficaces y otros permiten ahorros notables en el consumo con inversiones mínimas.
En cuanto a las máquinas y motores y los materiales de última generación, se están desarrollando máquinas microscópicas, capaces de penetrar incluso en el cuerpo humano y realizar en su interior (sin necesidad de aplicar cirugía agresiva) intervenciones complejas en puntos concretos.
En cuanto a los materiales, la diversidad de combinaciones de plásticos y metales, fibras y otros ya dio lugar a una gran diversidad de materiales compuestos (años setenta), así como materiales autoensamblantes (para cápsulas de medicamentos) o inteligentes (capaces de prevenir fallos, adaptarse al entorno o recomponerse por sí solos). Y se desarrollan ya los llamados materiales superconductores de alta temperatura (para temperaturas semejantes a las ambientales), que minimizarán las pérdidas en el transporte y consumo de energía y permitirán crear motores y dispositivos antes impensables.
Los transportes están sufriendo ya una auténtica revolución, por un lado con el desarrollo de series de vehículos más limpios y energéticamente eficientes, así como con la "personalización" de las unidades. Por otro lado, se extienden en todo el mundo, sobre todo en Europa continental, las redes de ferrocarriles de alta velocidad (TGV, AVE, ICE) y se crean, para el transporte aéreo, aviones cada vez de mayor capacidad, menor consumo y niveles muy superiores de seguridad.
En cuanto a los vehículos destinados a viajar por el espacio, está en fase avanzada de desarrollo la estación espacial internacional "Alpha" y se crean ingenios espaciales de exploración de regiones lejanas mucho más baratos y sencillos, destinados a la exploración sistemática del sistema solar.
En el campo de la salud y la alimentación, las grandes líneas de avance se centran -toda vez que el proyecto Genoma ha permitido conocer la totalidad del código genético humano- en las terapéuticas génicas (1990), por ejemplo mediante la inyección de genes directamente en sangre, el avance en el diseño e implantación de órganos artificiales (basados en el empleo de tejidos artificiales diseñados mediante técnicas de ingeniería biológica) y los avances en el campo de los anticonceptivos (basados fundamentalmente en el implante de larga duración de sustancias espermicidas o inhibidoras de la fecundidad).
Biogás Una forma ecológica de producir energía es el llamado biogás. Al dejar sin oxígeno materia orgánica, ésta se descompone creando biogás (dos tercios de metano, con hidrógeno y dióxido de carbono), que es muy inflamable. Un ejemplo lo constituye la granja lechera Mason-Dixon de Pennsylvania (EE UU): El estiércol de 2 000 vacas pasa a través de una rejilla en el suelo hasta unos tanques de digestión anaerobia, donde se produce biogás. Ese gas abastece unos motores que proveen electricidad para la vaquería. Neuroprótesis La ciencia está dando sus primeros pasos en la integración de máquinas dentro del cuerpo humano. Por ejemplo, las neuroprótesis son como brazos artificiales que responden a los impulsos eléctricos del cerebro; para ello se valen de microprocesadores o implantes con sensores que captan las ondas cerebrales; de este modo mandan órdenes a los electrodos insertos en los músculos para que se muevan.
Evolución de las técnicas de información
A corto y medio plazos, los progresos que van a tener mayor repercusión en nuestra vida cotidiana se refieren esencialmente a las técnicas de la información. La irrupción (años noventa) de las redes telemáticas en todas las actividades humanas, como había sucedido antes con los ordenadores, ha hecho que el panorama de la comunicación y recepción/envío de información haya cambiado enormemente. Las revistas y periódicos a través de INTERNET, los informes especializados sobre cualquier tema, las teleconferencias, los grupos de discusión y otros sistemas han modificado radicalmente el panorama de las posibilidades de interconectividad con los puntos más remotos del planeta.
Esas redes están asimismo sometidas a un intenso proceso de modificación y se trabaja activamente en redes ópticas e inalámbricas de gran capacidad que aumentarán, más si cabe, su eficacia. Por otro lado, se encuentran los avances en el campo de los sistemas operativos (Windows 95, OS/2), mucho más fáciles de manejar por el usuario, y los desarrollos de aplicaciones concretas, como las referidas a los campos de multimedia o de la realidad virtual (años 90).
Este cambiante panorama, que se extiende a nuestro entorno familiar con sistemas capaces de integrar ordenador, televisión, cadena musical y otros aparatos, con ofertas como la televisión digital y la televisión a la carta, con el cableado de las ciudades con fibra óptica para permitir el envío simultáneo de millones de señales a bajo coste, requieren un cambio de mentalidad profundo, una auténtica alfabetización digital de la población, para adaptarla a las tendencias que apunta, por ejemplo, el mercado laboral con los primeros intentos de teletrabajo (IBM, 1996) y la consecuente supresión de los grandes centros productivos, la reducción de desplazamientos al y del lugar de trabajo, y la posibilidad, gracias a la telefonía móvil combinada con la oficina portátil, de trabajar desde cualquier lugar como se hubiese hecho con anterioridad desde un despacho situado en un edificio y una zona concretos.
Una ventana abierta al futuro
No cabe duda de que a lo largo del presente siglo se alumbrarán muchos y muy importantes avances de tipo tecnológico que incidirán de forma directa y crucial en las vidas de las personas y en el devenir del planeta en general. No en vano, los éxitos tecnológicos de muchas investigaciones llevadas a cabo durante la segunda mitad del s. XX y los primeros años del s. XXI, y que dieron lugar a descubrimientos tan cabales como la trascripción de la secuencia del genoma humano o el desarrollo de Internet, han asentado unas bases inmejorables a partir de las cuales encauzar un nuevo siglo de grandes descubrimientos.
Los grandes temas en torno a los cuales girarán estos avances, que han de transformar hasta los detalles más insignificantes de nuestra rutina en las próximas décadas, serán fundamentalmente cinco: la genética, la biotecnología, la robótica, la exploración espacial y las telecomunicaciones. A continuación repasaremos uno por uno éstos ámbitos y de qué manera han de cambiar durante este nuevo siglo.
La genética
Desde que el 26 de junio de 2001 se diera a conocer el primer borrador del genoma humano, el complicadísimo código que nos configura y con el contenido del cual podríamos llenar el espacio de hasta 500 listines telefónicos, se creó un nuevo escenario para la genética.
En el transcurso del s. XXI, esta ciencia ha de enfrentarse a una serie de retos de distinto orden que, una vez superados, han de depararnos descubrimientos cruciales. Los primeros son los retos de tipo científico, cuya superación pasa por un mayor desarrollo de la genómica, la proteonómica y la postgenómica y también por el avance en materia de genética evolutiva, que ha de permitir en un futuro la explicación de la base genética de las diferencias entre y dentro de las especies, la generación de organismos a partir de cromosomas sintéticos o la compilación de las filogenias completas de genes, organismos, poblaciones, etcétera.
Por lo que respecta a los retos tecnológicos, éstos pasan por la mejora de la calidad y el aumento de la producción de los alimentos transgénicos y por el desarrollo de los denominados fármacos "a la carta".
En el ámbito de la ecología, la ciencia genética deberá preservar la diversidad de las especies y plantear también la creación de especies nuevas. Por último, la genética deberá afrontar retos de tipo ético y social en pro de la aceptación de la manipulación genética, cota que sólo podrá alcanzarse mediante una correcta educación genética que conduzca a una elección responsable por parte de la población.
Genoma humano Se llama genoma a la totalidad del material genético de un organismo. El genoma humano tiene entre 50 000 y 100 000 genes distribuidos entre los 23 pares de cromosomas de la célula. Cada cromosoma puede contener más de 250 millones de pares de bases de ADN y se estima que la totalidad del genoma tiene aproximadamente 3 000 millones de pares de bases. El objetivo último de la representación y secuenciación del genoma es asociar rasgos humanos específicos y enfermedades heredadas con genes situados en lugares precisos de los cromosomas.
La biotecnología
Estrechamente relacionada con la genética, la biotecnología ha de tener una importancia cabal en el mapa tecnológico del s. XXI. Tras asentarse durante el s. XX con la producción masiva de antibióticos que posibilitaron un aumento notable en las expectativas de vida de los habitantes del planeta, esta disciplina tiene ante sí un futuro prometedor.
Entre las investigaciones que se llevan a cabo destacan la práctica de las terapias celulares, que combatirán con gran eficacia enfermedades como la leucemia o el Parkinson; las terapias génicas, que harán lo propio con males como la diabetes, el cáncer, el Alzheimer o incluso el alcoholismo; el uso de células troncales para la regeneración de órganos o la producción de proteínas recombinantes y de plásticos biodegradables en plantas transgénicas. Si bien la evolución de éstas y de otras disciplinas ligadas a la biotecnología son aún inescrutables, no cabe duda de que su implementación mejorará nuestra calidad de vida en las próximas décadas.
Alimento transgénico Un ejemplo de biotecnología son los alimentos transgénicos creados a partir plantas modificadas genéticamente. En este caso se manipula la información interna de los cultivos al introducirles cambios de color, sabor o resistencia a plagas. Así, se crea un alimento que se supone de mejor calidad nutritiva y con mayor rendimiento económico.
La robótica
Desde que el dramaturgo checo Karel Capek acuñara en 1921 la palabra robot, estas máquinas, capaces de realizar los más diversos trabajos de forma más rápida y más precisa que los hombres han experimentado un desarrollo que ha desbordado las expectativas más promisorias.
Si a mediados de la década de 1990 se calcula que operaban un total de 700 000 robots en todo el mundo, esta cifra ha de crecer de forma exponencial en el nuevo siglo, como también han de multiplicarse los ámbitos de acción de estas capaces máquinas. Y es que su uso no sólo implica una mejora en la productividad, gracias a sus grandes rendimientos, sino que además permite la interacción con materiales que resultan nocivos para el hombre o el trabajo en lugares o en condiciones que tampoco podríamos soportar los seres humanos.
La robótica en el s. XXI permitirá automatizar las más diversas tareas, tales como la fabricación de nuevos productos, el cuidado de los hogares y las empresas o el mantenimiento de infraestructuras. Los robots serán capaces de construir edificios o autopistas con una mínima asistencia humana, así como de acometer las funciones más insignificantes en pro de facilitar nuestras rutinas cotidianas.
Se desarrollarán asimismo sistemas microelectromécanicos, es decir, robots de tamaños milimétricos que tendrán grandes aplicaciones en el ámbito de la medicina, pues podrán inocularse en pacientes para penetrar en sus vasos sanguíneos, eliminar bloqueos en las arterias o suministrarles medicamentos. En este mismo ámbito proliferará el empleo de robots para la práctica de complicadas y precisas intervenciones quirúrgicas.
Por último, otro aspecto de la robótica que vivirá una verdadera revolución en las décadas venideras será la capacidad de raciocinio de los robots, cuyas improbadas inteligencias artificiales les capacitarán para la realización de tareas cognitivas tales como planificaciones estratégicas o aprendizajes por experiencia. Así, los robots acabarán siendo capaces de llevar el mando, por ejemplo, de una ofensiva militar o de una fábrica, así como de diagnosticar y reparar fallos en otros robots.
¿Qué es Silicon Valley? Se conoce con este nombre una parte del condado californiano de Santa Clara, en el sudoeste de Estados Unidos, donde hay un gran número de industrias que fabrican instrumentos y objetos de alta tecnología: computación, robótica, electrónica, etc. Todas estas ramas de producción utilizan el silicio (de ahí el nombre de Silicon Valley) como materia prima para la fabricación de semiconductores. Se trata de una de las regiones industriales más tecnificadas del mundo.
La exploración espacial
Si bien la ciencia aeroespacial ya experimentó un avance sustancial durante el s. XX, en el que se alcanzaron cotas como la conquista de la Luna o el establecimiento de una red de satélites, en el s. XXI son muchos todavía los retos a acometer por la industria astronáutica mundial.
Los proyectos de los que más oiremos hablar, y que sin duda serán las puntas de lanza de la carrera espacial, serán los ligados a viajes tripulados, especialmente a Marte. A largo plazo, la ciencia aeroespacial se planteará la posibilidad de colonizar otros planetas, si bien esta línea de acción resulta utópica en el escenario tecnológico actual.
Las telecomunicaciones
No cabe duda de que el s. XXI ha de ser el siglo de las telecomunicaciones. La eclosión mundial de la Red de redes, Internet, en los últimos compases del s. XX, apuntó la enorme importancia y las vastas posibilidades de una red de comunicaciones veloz y fluida en unas sociedades cada vez más globalizadas e interrelacionadas.
La tecnología ha de responder por fuerza a la cada vez mayor necesidad de sinergias y nuevas soluciones para la comunicación entre los habitantes del planeta.
Algunas de las líneas de acción de esta futurible revolución de las telecomunicaciones han de ser la integración de Internet en todos los ámbitos vitales, desde el trabajo en equipo entre personas geográficamente alejadas a la realización de las más simples tareas domésticas, como pueden ser las compras o la teleasistencia médica, el desarrollo de Internet2, proyecto que trata de mejorar tecnológicamente la Red y también de respaldar su difusión, y la mejora e implementación de tecnologías tales como la telefonía satelital, la videotelefonía o la televisión digital.
¿Qué zona de Asia destaca en particular por exportar alta tecnología? Japón, Taiwán, China y el Sudeste Asiático. Mientras algunos países orientales (como la India) obtienen una gran producción agrícola, otros han despuntado en la producción y la invención tecnológica. Entre los llamados "dragones asiáticos" figuran países como Corea del Sur, Singapur, Thailandia y Malaysia. Los principales productos exportados son electrodomésticos y aparatos electrónicos y de computación.
El MIT. Construyendo el futuro El Massachusetts Institute of Technology (MIT) es una referencia ineludible cuando se habla de tecnología en la actualidad, tanto en Estados Unidos como a nivel internacional. De él han nacido grandes proyectos, como la "Red galáctica", que en 1962 ponía las bases de lo que más tarde sería Internet, y auténticos gurús de las nuevas tecnologías como el profesor Nicholas Negroponte.Esta organización privada de investigación está dividida en áreas de trabajo específicas como ingeniería, arquitectura, computación, etc. La investigación corre paralela a la enseñanza en programas interdisciplinarios, laboratorios y centros de trabajo muy alejados de la concepción tradicional de la enseñanza universitaria. Su cuadro de administradores, conocido como la Corporación, está compuesto por setenta y cinco miembros, todos ellos prestigiosos expertos en sus respectivas especialidades.La misión del MIT es fundamentalmente avanzar en el estudio y aplicación de las nuevas tecnologías y educar a estudiantes de ciencias, tecnología, y otras áreas de la cultura para que estén preparados para afrontar los retos que plantea un mundo cada vez más comunicado y tecnificado. El MIT genera, disemina y preserva el conocimiento y provee a sus estudiantes de una educación que combina estudio riguroso con el entusiasmo del descubrimiento, siempre con el estímulo de la influyente comunidad intelectual que rige los destinos del Instituto.
Las premoniciones de la literatura de ciencia-ficción Desde tiempos inmemoriales uno de los objetos de la imaginación de los seres humanos ha sido tratar de imaginarse el mundo en un futuro remoto. En estas figuraciones ha radicado en muchos casos el avance científico, que se hallaría estancado de no ser por las mentes preclaras que han sabido leer hacia dónde ha de llevarnos el progreso tecnológico. Visionarios En otras ocasiones, el radio de acción de estas premoniciones se ha circunscrito a ficciones literarias o bien cinematográficas, pero no son pocos los casos en los que estas recreaciones del futuro, en ocasiones carentes de una base científica, han acabado resultando increíblemente certeras. Así, Luciano de Samosata ya apuntó en el s. II la posibilidad de un viaje a la Luna, por no hablar de las predicciones tan ajustadas a la realidad que salpican toda la obra de genios como Leonardo da Vinci o Julio Verne. Grandes de la ciencia-ficción Algunos escritores que merecen también figurar en esta relación de mentes preclaras son Arthur C. Clarke, H. G. Wells, George Orwell, Aldous Huxley, Ray Bradbury, Robert A. Heinlein, Isaac Asimov, John W. Campbell Jr., Pierre Boullé, Michael Marshall Smith o Dorian Blackwood. El caso de Neuromante Cabe destacar al escritor estadounidense William Gibson, quien en su aclamada novela Neuromante (1984) no solo asentó las bases del subgénero literario conocido como ciberpunk, sino que apuntó algunas de las claves del futuro tecnológico, entre ellas el papel fundamental de Internet en la sociedad del s. XXI.
Automóviles del futuro La premisa en torno a la cual se entroncará el futuro de la tecnología automovilística será sin duda la protección del medio ambiente, finalidad que se alcanzará mediante la reducción del consumo de combustibles o bien por medio del empleo de nuevos tipos de energía. Algunas de las alternativas energéticas con las que se trabaja en la actualidad para su futura incorporación al funcionamiento de los coches del s. XXI son, entre otras, el gas natural, el aceite de girasol, los alcoholes o la energía solar. Otra línea de investigación muy prometedora en este mismo sentido es la de los coches eléctricos, o la de los híbridos que funcionarán mediante la conjunción de la electricidad y de otro combustible. Ha de tenerse en cuenta que la necesidad de estas nueves fuentes energéticas no atiende únicamente a una finalidad puramente ecológica, sino que, según las previsiones de los científicos, los combustibles que los automóviles utilizan en la actualidad se agotarán por completo en uno o dos siglos.Conducción asistida Un ámbito donde también urge un replanteamiento de la tecnología automovilística es el de la información: los coches del futuro suministrarán al conductor datos en tiempo real acerca de la meteorología o del estado del tránsito, y le especificarán asimismo las rutas más rápidas para llegar a un destino prefijado. Los "coches inteligentes" se servirán de las tecnologías más punteras, y serán capaces de comunicarse con satélites o con servidores remotos, pero para la implantación de estos sistemas también será necesaria una compleja red de infraestructuras en las carreteras, que deberán contar con sensores, videocámaras, centros de control o paneles informativos.

Fuente bibliográfica: Gran Enciclopedia Interactiva
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viernes, 13 de junio de 2008

EDAD MODERNA


EDAD MODERNA:


Alta Edad Moderna, la era de los descubrimientos .

Durante la Antigüedad, el mar Mediterráneo fue el centro del mundo para los europeos. En realidad, el espacio geográfico que conocían era muy reducido: del mar Mediterráneo al mar del Norte y de las costas de Portugal a Mesopotamia. Se sabía, desde los viajes de Marco Polo (siglo XIII), de la existencia de un "Lejano Oriente" desde el cual llegaban la seda y las especias a los estados musulmanes del Próximo Oriente. La existencia del océano Atlántico era evidente, pero parecía muy arriesgado adentrarse en tan inconmensurable mar. La ampliación del mundo conocido fue el resultado de los grandes descubrimientos geográficos llevados a cabo por portugueses y castellanos a fines del siglo XV.
¿Por qué los navegantes medievales no se aventuraban hacia el oeste? Hasta el siglo XV se creía que, al ser la Tierra plana, más allá del mundo conocido se abría un abismo poblado por monstruosas criaturas. De hecho, cuando a su regreso a España (1493) Colón fue recibido por los Reyes Católicos, declaró solemnemente no haber visto ninguno de los monstruos que los cosmógrafos creían existentes en las islas al fin de la Tierra.
Los descubrimientos geográficos
En los descubrimientos geográficos influyeron motivaciones de tipo económico, como el desarrollo del capitalismo comercial que había incentivado el espíritu de lucro. Se hacía necesario llegar directamente a los remotos lugares de los que procedían las especias, la seda y las piedras preciosas, sin tener que bordear el continente africano. Junto al estímulo económico, el ambiente psicológico en que se desenvolvieron los hombres renacentistas (sed de aventuras, afán de gloria) contribuyó igualmente a preparar el camino de los grandes descubrimientos.
Fue necesario también que a estos estímulos humanos se unieran el desarrollo científico y los descubrimientos técnicos, ambos de gran valor para la navegación. La brújula, ya conocida desde el siglo XII, fue mejorada. El astrolabio, instrumento para medir la altura de los astros y, de ese modo, establecer la latitud, fue perfeccionado por los marinos del siglo XV. Se desarrolló también la cartografía, con la realización de cartas marinas y los portulanos, mapas que describían las costas, ámbito en el que destacó la escuela de cartografía mallorquina, cuyos principales animadores fueron los judeo mallorquines Abraham y Jafuda Cresques.
En esta época, se divulgó la teoría del geógrafo griego Tolomeo (siglo I) sobre la esfericidad de la Tierra. Sin embargo, pese a lo revolucionario de dicha teoría, para el hombre del Renacimiento, el océano Pacífico no existía, las costas de Cipango (Japón) y Catay (China) debían hallarse tras muchas jornadas de navegación por el "gran mar" (océano Atlántico) y aún no se sospechaba la existencia del continente americano, a pesar de que los navegantes vikingos, Leiv y Thorvald, hijos de Erik el Rojo, descubridor de Groenlandia, habían alcanzado las costas de Canadá y explorado la península de Vinland (Nueva Escocia) a principios del siglo XI.
Los descubrimientos portugueses
Los portugueses intentaron llegar a la India rodeando África. Ésta fue la meta que se propuso la corte desde la época de Enrique el Navegante (1394-1460). Durante todo el siglo XV, los descubrimientos y conquistas en tierras africanas ocuparon a los portugueses, cada vez más seguros de poder llegar a "las Indias".
La primera conquista importante fue la de Ceuta, en 1415. Posteriormente, los portugueses ocuparon la isla de Madeira (1419) y las Azores (1432), y la costa africana hasta el cabo Bojador (1434). En 1436, llegaron al cabo Blanco y, en 1444, descubrieron Senegal. En una tercera etapa, llegaron a las islas de Cabo Verde (1460) y al cabo de Las Palmas, en la actual Liberia (1461).
En 1487, Bartolomeu Dias consiguió tocar la punta meridional del continente africano, el cabo de las Tormentas, luego llamado de Buena Esperanza. Quedaba así abierto el camino hacia el océano Índico y la deseada tierra de las especias, viaje que realizó por primera vez Vasco de Gama (1469-1524). El 15 de abril de 1498, Vasco de Gama llegaba a Calicut, en la costa sudoccidental de la India. La ruta del sudeste, la denominada "ruta a las Indias por el Cabo", había sido descubierta. Pero, seis años antes de este viaje, los castellanos habían llegado al continente americano, considerado en principio asiático, lo cual originó conflictos entre ambos estados ibéricos.

Los descubrimientos castellanos

La divulgación de las obras geográficas de Tolomeo hizo concebir al presunto marino genovés Cristóbal Colón (1451-1506) el proyecto de llegar a las Indias navegando hacia Occidente. Rechazada su empresa en Portugal, fue apoyada por los Reyes Católicos en nombre del reino de Castilla. Por medio de las Capitulaciones de Santa Fe, los Reyes Católicos concedieron a Colón los títulos de Almirante de la Mar Océana y virrey de las tierras que descubriera, y la décima parte de los beneficios que pudiera conseguir.
La pequeña flota de Colón compuesta de dos carabelas (Pinta), (Niña) y una nao (Santa María), tripuladas por un centenar de marineros, se hizo a la mar en el puerto de Palos de Moguer (Huelva), el 3 de agosto de 1492, siguiendo la ruta de los alisios.
Colón tocó tierra firme el 12 de octubre de ese mismo año, desembarcando en una isla de las Bahamas, Guanahaní, que Colón llamó San Salvador. A continuación se exploraron las islas de Cuba y Haití. Colón regresó a España, en los primeros días de 1493, convencido de haber estado en Asia y dando a aquellas tierras el nombre de "Indias". Colón realizó tres viajes más, ampliando sus descubrimientos en el ámbito antillano. En su segundo viaje (1493), se iniciaron el poblamiento y la explotación de Haití; en el tercero (1498) llegó a la isla de la Trinidad y a la desembocadura del Orinoco, pisando por vez primera el continente americano; en el cuarto (1502) bordeó América Central. Poco después de su regreso a España, murió convencido de haber llegado a Asia.
Cristóbal Colón (h. 1451-1506) Navegante genovés. Zarpó al servicio de los Reyes Católicos en busca de una ruta occidental a las Indias. El 12 de octubre de 1492 descubrió el Nuevo Mundo, al cual regresó en otras tres expediciones. Fue nombrado virrey de las nuevas tierras descubiertas.
En 1513, fecha en que Vasco Núñez de Balboa cruzó el istmo de Panamá y descubrió el "mar del Sur" (Pacífico), se había comenzado ya la colonización de las Antillas y de América Central. Estaba cada vez más claro que se trataba de un nuevo continente y que, para llegar a Asia, era preciso seguir navegando hacia el este.
La demostración práctica de que la Tierra era redonda tuvo lugar tras la expedición de Magallanes y Elcano (1519-1522), que, tras salir del puerto de Sevilla, regresó al de Sanlúcar de Barrameda, después de haber dado la primera vuelta al mundo.
Fernando de Magallanes (h. 1475-1521) Navegante portugués. En 1519 inició una expedición que demostraría la esfericidad de la Tierra y descubrió la unión del Atlántico y el Pacífico en el estrecho que lleva su nombre. Falleció en Filipinas (1521) y fue su ayudante Elcano quien culminó el viaje.
El reparto del mundo entre Castilla y Portugal
Después de algunas disputas coloniales, españoles y portugueses se repartieron el mundo no europeo por medio del tratado de Tordesillas (1494). El mundo quedó dividido en dos hemisferios por un meridiano imaginario situado a 370 leguas al oeste de Cabo Verde. Las tierras situadas al oeste de este meridiano pertenecerían a la corona castellana, y las orientales a la portuguesa. Como el saliente oriental de América del Sur quedaba dentro del ámbito portugués, este país inició en 1500 la colonización de Brasil.
Tratado de Tordesillas Acuerdo firmado en 1494 por los Reyes Católicos y Juan II de Portugal en Tordesillas (Valladolid) que modificó la demarcación del papa Alejandro VI sobre los derechos de colonización.
Imágenes:
Fuente bibliográfica: Gran Enciclopedia Interactiva
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Las monarquías feudales del siglo XIII

El primer siglo de la Baja Edad Media, el siglo XIII, prolonga y profundiza el despegue iniciado en los siglos XI y XIII. El incremento demográfico, la expansión agraria, la implantación de nuevas técnicas con el consiguiente aumento de productividad, el crecimiento de las ciudades, de la burguesía y de los gremios y la reactivación del comercio serán la base del desarrollo del Occidente cristiano. En la esfera política, el asentamiento de las grandes monarquías feudales asegurará el fortalecimiento del poder real en Francia. Pero durante el siglo XIV, el mundo globalmente conocido asistirá con las epidemias y la peste negra llegada de Asia a una gran depresión, cuyas terribles consecuencias se verán multiplicadas por hambrunas generalizadas, descenso demográfico, guerras, revueltas campesinas e insurrecciones urbanas. Sólo a partir de la segunda mitad del siglo XV se iniciará una franca recuperación de las sociedades europeas, en la que tendrá lugar la larga fase de dominación europea basada en los descubrimientos científicos y geográficos con que se clausura la Baja Edad Media.
Si en el siglo XII los reyes habían podido situarse a la cabeza de la jerarquía feudal, utilizando, como resultado de las disputas entre el papado y el emperador, el recurso al derecho romano como medio de solución de los litigios, en el siglo XIII, esta tendencia al fortalecimiento de la autoridad real continuó ganando fuerza. Coherentes con esta posición, las grandes monarquías, al menos en Francia e Inglaterra, dejaron de ser electivas y se transformaron en hereditarias a comienzos del siglo XIII, con lo que el poder de los parlamentos o los estados generales se redujo cada vez más, aunque en muchas ocasiones los reyes, para cercenar el poder de los señores feudales, tendieron a otorgar importantes franquicias y libertades a las ciudades. Sin embargo, el afianzamiento de los capetos en Francia continuó a lo largo de todo el siglo. En Inglaterra la derrota contra Francia originó la disminución del poder real y un fortalecimiento del parlamento, llegándose al equilibrio con Eduardo I.
En la península Ibérica, el siglo XIII fue el momento de los grandes avances de la Reconquista por parte de los reinos cristianos, quedando reducido el Islam al reino nazarí de Granada. Al mismo tiempo, se fueron diseñando dos grandes conjuntos territoriales cristianos con intereses diversos. Al oeste de la Península, el reino de Castilla, con proyección netamente peninsular, salvo el intento de Alfonso X el Sabio de convertirse en emperador. Al este, los reinos que componían la Corona de Aragón proyectarían sus intereses hacia la expansión y dominio del Mediterráneo, con las conquistas de Sicilia, Cerdeña y las expediciones de los almogávares.
La Francia del siglo XIII
El triunfo de Felipe Augusto en la Gran Guerra de Occidente abrió una etapa de expansión para la monarquía de los capetos. Su sucesor, Luis VIII, incorporó a la corona Poitou y Saintonge y preparó la anexión del Languedoc. Su prematura muerte dio la corona a su hijo Luis IX (1226-1270), el cual, tras imponerse a la nobleza, emprendió la séptima cruzada, contra Egipto. De regreso a su país se preocupó por liquidar los conflictos territoriales firmando pactos con otros monarcas. Con Enrique III de Inglaterra concertó el tratado de París (1259), por el cual quedaban en poder de Francia los territorios conquistados por Felipe II y se reservaban a la corona inglesa Aquitania y Guyena. Por el tratado de Corbeil, firmado con Jaime I de Aragón, logró la renuncia de los catalanes a la conquista del Languedoc, excepto la plaza de Montpellier. Luis IX gozó de gran prestigio internacional y murió a causa de la peste en Túnez, cuando acudía a la octava cruzada.
Su hijo Felipe III el Atrevido (1270-1285), deseoso de ampliar su reino, participó en la cruzada contra Pedro III de Aragón. Este rey se había apoderado de Sicilia y de algunas plazas de Calabria. El papa francés Martín IV lo excomulgó y adjudicó sus estados a Felipe III. El monarca francés penetró con un gran ejército en Cataluña, fue derrotado y se vio obligado a retirarse, muriendo en la acción. Este fracaso se vio compensado por la incorporación de Poitou y Tolosa y la preparación de la anexión de la Champaña, que tuvieron lugar durante su reinado.
Inglaterra
La pérdida de gran parte de los territorios que los ingleses tenían en Francia fue la causa del desprestigio de Juan sin Tierra (1199-1216). Caído el imperio de los Plantagenet y arruinado el tesoro nacional, Juan buscó el apoyo del papa Inocencio III y a él infeudó su reino (1213). Este acto motivó una sublevación de la nobleza y la burguesía inglesas, que en 1215 consiguieron que firmara la Carta Magna.
Su hijo, Enrique II (1216-1272), intentó defender la herencia de los Plantagenet en Francia, pero se vio obligado a firmar el tratado de París, por el que sólo conservaba Aquitania y Guyena. Trató de abolir la Carta Magna, pero la nobleza reaccionó con una insurrección victoriosa, ante la cual se vio apremiado a firmar el estatuto de Oxford (1258), que agravaba las limitaciones reales de la Carta Magna al establecer que el rey quedaba sometido a una junta nobiliaria. El rey, ayudado por san Luis y por el papa, intentó reconquistar el poder perdido, pero fue derrotado por Simón de Montfort, el inspirador de la revuelta nobiliaria, en Lewes (1264). Simón de Montfort gobernó entonces como dictador, pero, a pesar de que había dado mayor participación en el parlamento a la nobleza inferior y a la burguesía, no pudo evitar que el príncipe Eduardo le derrotara en 1265. Desde esta fecha gobernó Eduardo, que se convirtió en Eduardo I a la muerte de su padre en 1272. A él se debió la normalización de la vida política con el establecimiento del llamado Parlamento Ejemplar (1295), origen del actual.
El Mediterráneo occidental
A la muerte de Federico II, la situación en Italia era de gran desunión, potenciada, además, por la lucha entre dos bandos rivales, los güelfos, partidarios del papado, y los gibelinos, partidarios del emperador. En las ciudades lombardas esta lucha se mezcló con los sentimientos de independencia, que ya habían sido atizados en el sigloXII por el papa Alejandro III, contra el autoritarismo de Federico I y con intereses locales contradictorios.
Los Estados Pontificios mostraban también signos de fragmentación. El norte se hallaba dividido en varias repúblicas: Venecia, Génova, Pisa, que alcanzaron un gran desarrollo comercial y en las cuales los señores feudales querían intervenir.
Carlos de Anjou, conde de Provenza y rey de Sicilia, quiso ser el árbitro de la política mediterránea. Intervino en los Balcanes, en contra del imperio bizantino, y desvió la última cruzada hacia Túnez. Hubiera conseguido sus objetivos de no habérsele interpuesto el poderío de la Corona de Aragón.
La intervención de Pedro III de Aragón en Sicilia y la posterior derrota de las tropas francesas en suelo catalán, cerraron el camino a las pretensiones angevinas sobre el Mediterráneo occidental.
Por el tratado de Tarascón (1291), el hijo de Pedro III, Alfonso III, se comprometió a obligar a su hermano Jaime II, que había heredado Sicilia, a devolverla al papa. Muerto Alfonso, Jaime II pasó a ocupar el trono y cedió Sicilia a su hermano Fadrique. Éste no aceptó devolver la isla al papa y entonces los ejércitos de Francia, del papa y de Aragón lucharon contra las tropas de Fadrique. Pero, por la paz de Caltabellota (1302), Fadrique se mantuvo en ella y los angevinos conservaron la ciudad de Nápoles.
Desde Sicilia salió un ejército de mercenarios almogávares que venció a los turcos y se apoderó de los ducados de Atenas y Neopatria. Es tos territorios, junto con la isla de Sicilia pasaron posteriormente a incorporarse a la Corona de Aragón.
La guerra de los Cien Años (1337-1453) Las pretensiones del rey inglés a la corona francesa desembocaron en la guerra de los Cien Años (1337-1453), dividida en dos períodos: el primero, hasta la muerte de Carlos V, y el segundo, de 1381 a 1453. Tras sus victorias navales, los ingleses llegaron muy cerca de París, pero en su retirada fueron atacados y vencidos por el ejército francés en Crécy (1346). La peste negra interrumpió la guerra hasta 1355, cuando el Príncipe Negro venció a Juan II el Bueno en Poitiers y se apropió de todo el oeste de Francia. En este país, la burguesía imponía sus condicionesal monarca y el campesinado promovía revueltas. El sucesor de Juan II, Carlos V, se apoderó de las posesiones inglesas hasta dejarlas reducidas a Bayona, Burdeos y Calais. Estas victorias francesas fueron seguidas de una tregua. En Inglaterra, se vivieron unos años de intensa inestabilidad social que culminaron con el destronamiento de Ricardo II; y en Francia, la locura de Carlos VI provocó luchas por el poder que desembocaron en una guerra civil. Enrique IV de Inglaterra aprovechó la debilidad francesa para abrir el segundo período de la guerra. La deserción del duque de Borgoña ayudó a los ingleses a imponer a Carlos VI el tratado de Troyes (1420), por el cual, a la muerte de este monarca, fueron coronados dos reyes en Francia: Enrique VI y Carlos VII. Este último confió a Juana de Arco un ejército que levantó el sitio de Orleans. Después de esta victoria, Juana hizo que se reconociera a Carlos VII como único monarca de los franceses. Luego venció a los ingleses en Patay. Un año después fue hecha prisionera por los ingleses y quemada en la hoguera. La guerra se decantó del lado francés en 1499, al tomar los galos Calais y expulsar a los ingleses.
Fuente bibliográfica: Gran Enciclopedia Interactiva
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El Renacimiento

Para una previa delimitación cronológica y geográfica, podemos tomar el sentido habitual del término "Renacimiento", como el movimiento que, con la base del conocimiento de la cultura grecolatina que el Humanismo (V.) había actualizado, maduró en Italia entre los siglos XV y XVI para ejercer un poderoso y definitivo efecto sobre el resto de la cultura europea. Como Burckhardt observó, el Renacimiento se concretó mucho antes en el orden intelectual y literario que en las artes plásticas (y sobre todo, en la conciencia estética), lo cual impone una gran elasticidad al establecer sucesiones históricas.
Sólo desde un punto de vista teológico y filosófico cabe apuntar hacia el centro esencial del Renacimiento, y hacia su contraposición con la cultura medieval: el hombre, en vez de considerarse una pieza más -aunque privilegiada- en la sólida jerarquía del cosmos, teocéntricamente orientada, se ve más replegado sobre sí mismo, sobre su peculiaridad de hombre y más tarde sobre su propia individualidad: en torno a él, el cosmos natural se le presenta con una nueva fisonomía, quizá más sugestiva, en adecuación a su estructura y destino humanos, y como objeto de nueva curiosidad por sí mismo, por sus propias determinaciones, y no como simple alegoría de significado divino. Dios, por tanto, queda más alejado del hombre: la filosofía nominalista de Occam ha hecho de Dios algo misterioso, en el que no cabe suponer las determinaciones y relaciones que nuestra mente está acostumbrada a manejar en las cosas con que se relaciona en la experiencia normal. Ha aparecido un abismo en la perspectiva en que Dios puede formar parte del horizonte intelectual humano: no se puede extender más el lenguaje y el pensamiento teológico para la ciencia de la naturaleza y de lo humano, porque se ha criticado radicalmente su posibilidad de ser aplicados al propio Dios para obtener conceptos dignos de tal nombre. Que esta crisis pueda haber dado lugar, en algún caso, a un paganismo indiferente y agnóstico, es sólo un hecho periférico: en lo esencial, el Renacimiento empieza siendo una nueva manera de religiosidad -expuesta mejor que en ninguna otra parte en la obra del Cardenal Cusano, como ha mostrado Cassirer en Individuo y cosmos en la filosofía del Renacimiento-, una religiosidad más individual e intimista que la medieval, y que terminará dividiéndose en dos: la forma católica establecida a partir del Concilio de Trento, y la Reforma protestante.
Pero quizá estas formalizaciones de la nueva religiosidad ya quedan fuera de lo que propiamente se suele llamar Renacimiento, que vendría a ser más bien el intermedio intelectual y artístico entre la crisis de la Baja Edad Media y la constitución de estas formas -religiosas y seculares- que han llegado hasta épocas muy posteriores. "A posteriori" nos podemos dar cuenta de que el Renacimiento llevaba en sí una íntima dualidad que probablemente sólo los italianos -con su genio moderado para transmutar los problemas de fondo en formas artísticas y civiles- podían mantener en una situación de fecundidad con cierta duración estable. El Renacimiento tenía su unidad en la mayor distanciación respecto a lo divino, como objeto seguro de conocimiento, pero lo otro, lo que no es lo divino, es doble, porque se compone de la naturaleza física y del hombre. Esta dualidad, al quedar más aislada como tal, tuvo al principio la alegría de un descubrimiento: es la aparición de la naturaleza, en cuyo aspecto de "cosmos" -no en el hombre mismo en cuanto parte de la naturaleza - el franciscanismo había preparado al hombre a sentirse como en su casa, aunque todavía por razones de orden "medieval" en su seguridad última. Es el momento de la ciencia natural, de la física, de los grandes descubrimientos geográficos, de la experimentación, del arte "realista", etc. No tardaría, sin embargo, en venir la crisis, sobre todo con Descartes, que pusiera al descubierto la intima contradicción de los dos elementos principales del Renacimiento (aclarados, en lo referente a lo estético, por Erwin Panofsky en su brillante librito Idea): el elemento idealista y el elemento naturalista. Es decir, al sumergirse en la realidad del mundo, en investigación científica o artística, el hombre está aprehendiendo lo objetivo, pero al mismo tiempo poniendo en juego su propio mecanismo de ideas. Inicialmente, ambas cosas parecen en íntimo acuerdo preestablecido, pero son dos principios radicalmente heterogéneos, y precisamente la historia de la filosofía a partir de Descartes será la discusión sobre su mutuo ajuste o desajuste. El hombre del Renacimiento todavía no siente inquietud por lo que pueda haber de impuesto por su propia mente en lo que él posee como imagen directa y completa del mundo. Y sin embargo, no tardan en aparecer las diferencias: en arte, llega a hacerse evidente que no es lo mismo copiar la realidad que ordenarla en el cuadro y hallar sus leyes, bajo el criterio armónico de un "ideal" (aunque los tratadistas, como Leonardo y Pacheco, se contenten con un eclecticismo en que lo ideal es sólo una corrección del realismo): en la ciencia, ya Galileo reconoció, al decir que el libro de la Naturaleza está escrito en lengua matemática, la necesidad de un proceso de interpretación, en que actúan como intermediarios unos entes ideales, más o menos puestos por nosotros: los números. Pero, en el fondo, ya estaba bien clara la dualidad entre idealismo y naturalismo desde la misma raíz del Renacimiento: es evidente que el platonismo que formó -por decirlo así- la "filosofía oficial" del Renacimiento, era lo contrario exactamente, por espiritualista y por idealista "a prior¡", de la tendencia al análisis, contemplación y disfrute de lo real, es decir, del rasgo quizá más característico de la fisonomía con que se aparece el Renacimiento ante la conciencia histórica del hombre medio actual.
El Renacimiento se distingue por su afán de experiencia, pero con el tiempo se hace evidente que en la experiencia entran dos elementos diversos: el "descubrimiento" de lo externo y su "invención", o sea, la reelaboración ordenadora que la mente humana hace siempre de lo que no es ella, a la luz de sus "ideas", procedan éstas de una implantación nativa o del simple encuadramiento de previas experiencias. La progresiva conciencia de este problema acentúa la diferencia del hombre respecto al resto de la naturaleza: su alejamiento del teocentrismo medieval permitió al hombre ver más de cerca su condición "natural", de trozo del cosmos físico, pero un trozo peculiar, porque piensa y comprende el cosmos entero, incluido él mismo, dando quizá al todo una forma que procede sólo de esa parte. Es decir, las premisas renacentistas llevan gradualmente a una interiorización crítica, que será -para dar ejemplos dispares- la de Lutero, la del Barroco conceptista español y la de Descartes: en Italia, sin embargo, no tiene lugar plenamente esta evolución post-renacentista, por lo mismo que se ha realizado el milagro de demorarse en aquellas dualidades inestables para obtener los frutos estéticos y políticos que permitía su especial perspectiva.
Dentro de la peculiaridad espiritual del Renacimiento, y aun a riesgo de caer en nimiedades sociológicas, no es ocioso llamar la atención sobre la diversa forma en que empieza a tener lugar la vida concreta de la cultura: el hombre de cultura -pensador, artista, científico- se sale ahora de los órdenes medievales, y queda en una zona aparte, secular y sin conexión gremial, como suma de personalidades individuales, formando una nueva aristocracia que no es una "clase", por girar en torno al "genio" personal. Esto hace de la cultura y el arte algo minoritario y extremoso, sin "versión popular": la poesía rompe con las formas tradicionales, más o menos plebeyas y anónimas; la ciencia, al empezar a ser tal, deja de ser propiedad de una colectividad eclesiástica -o mejor, de los "clérigos", los letrados- para ser patrimonio de los individuos que la posean por su propio esfuerzo. (La Universidad, dicho incidentalmente, sufre una íntima transformación, al abandonar los esquemas generales y teológicos del "trivium" y el "quadrivium", para hacerse universidad de "artes" y ciencias, filológicamente analítica y empíricamente objetiva.) Esta ruptura del artista y el hombre de cultura con su inserción genérica y colectiva, abre la posibilidad de una nueva forma de creación y pensamiento, apoyándose en el logro individual, en la invención excepcional y sorprendente, pero en algunos aspectos -por ejemplo, en las artes plásticas, según la apasionada crítica de Ruskin- produce algún perjuicio, al desmembrar la esfera impersonal de lo plástico en formalismos personales, desconectados de su inserción en la vida de todos.
Pero sobre esto se volverá en mejor momento: ahora conviene ir señalando nombres y aspectos concretos del Renacimiento en Italia, ateniéndose en lo posible a lo cultural y artístico, pues requeriría demasiado espacio la consideración adecuada del proceso religioso en que, por coincidir cronológicamente una época de necesidad de reforma interna en la Iglesia con la aparición -por primera vez en muchos siglos- de una instancia espiritual de origen secular y aun extra-cristiano, con el Humanismo, el Papado se encuentra en una peculiar situación (también por los inconvenientes anejos al poder temporal), que facilitó que se llevaran a sus consecuencias más extremas, en el Protestantismo, ciertas instancias de la época que -si bien más tarde- el Concilio de Trento resolvería en su posible forma ortodoxa. Por lo que toca a Italia, en el orden propiamente religioso, no era un protestantismo la forma heterodoxa a que podía dar lugar una exageración del Renacimiento -pues esto hubiera sido entrar en un intimismo moral que, como ya dijimos, se sale del concepto habitual del Renacimiento italiano-, sino, precisamente, un panteísmo como el de Giordano Bruno: es decir, hasta la herejía conserva un carácter naturalista.
Ante todo, el Renacimiento italiano se presenta como nuevo sentido en las formas de vida, desde la vida política hasta la simple vida de relación social y la cortesía. Estos aspectos menudos tendrán sus clásicos famosos, como el Cortesano (V.), de Castiglione, traducido en España por Boscán, y el Galateo (V.), manual de urbanidad que ha perennizado el nombre de Monseñor Della Casa; el aspecto más alto, el de la política propiamente dicha, ha tenido su clásico renacentista en Niccolò Machiavelli (1469-1527), el "Maquiavelo" de las polémicas españolas, que, en obras como El Príncipe (V.), Arte de la guerra (V.) y Discursos sobre las Décadas (V.), presenta una nueva idea del arte de gobernar como actividad fáctica, al margen de la moralidad o la inmoralidad, con atención exclusivamente al interés del "príncipe" -hoy diríamos del Estado-, desgajando, pues, este terreno del derecho de su conexión con el conjunto de la moral y la filosofía, y abriendo paso a lo que, de hecho, son todavía hoy los principios vigentes del sistema de las nacionalidades, como entes sin ulterior justificación. (Hasta cierto punto, una transacción, o mejor dicho, la posible adaptación al derecho cristiano de esta nueva concepción de la vida en forma de nacionalidades, representa la obra de Vitoria en la Universidad de Salamanca.)
En un terreno más histórico que político, pero dentro de una visión del mundo naturalista y sin trascendencia, como la de Maquiavelo, aparece la obra de Francesco Guicciardini (m. 1540), cuya Historia de Italia (V.), así como las Historias florentinas (V.), muestran un frío historiógrafo "Positivo", de sabor bien moderno, evadido de todo providencialismo teológico.
La filosofía propiamente dicha no es, como se comprende, actividad predilecta del Renacimiento italiano: el pensamiento en su posición más general, hay que buscarlo en autores que a veces entran decididamente en el ámbito de lo religioso: por ejemplo, Pietro Pomponazzi(m. 1525), que medita especialmente sobre el problema del alma desde un punto de vista naturalista, al que ya la obra de Aristóteles sirve para contrapesar el excesivo espiritualismo platónico y su desenfoque en la antropología. A pesar de su situación eclesiástica, Pomponazzi escribe su tratado De la inmortalidad del alma (V.) ateniéndose exclusivamente al "dato" objetivo y prescindiendo de toda Revelación. En general, toda la filosofía de la naturaleza queda estudiada al margen de la perspectiva teológica en el tratado De rerum natura (V.) de Bernardino Telesio (1509-1588).
Ya mencionábamos los nombres del Cardenal Cusano y de Giordano Bruno (1548-1600) como pensadores situados dentro del terreno religioso, si bien este último en forma más o menos panteísta; aunque tal vez sería mejor llamarle pre-hegeliano. Más vario y contradictorio, pero más rico, es en su obra Tommaso Campanella (1568-1639), con un naturalismo tocado de platonismo, en su Metafísica (V.) que da lugar a la invención de una curiosa utopía política, la Ciudad del sol (V.), donde imagina una sociedad de comunismo teocrático.
Pero quizá será mejor pasar a aludir al Pensamiento científico renacentista, si bien dejando intacto el terreno médico, donde a partir de Vesalio, se constituye un nuevo sentido de la ciencia anatómica y terapéutica: vamos a nombrar a Galileo Galilei (1564-1642), verdadero fundador del método experimental en la física, la cual se reduce desde ahora a un saber concreto sin necesidad de aclarar su conexión con la metafísica y la teología; solamente organizando los datos naturales en forma cuantitativa, prescindiendo de lo cualitativo, en un conjunto homogéneo matemáticamente relacionable. Éste es el verdadero sentido de su célebre polémica heliocéntrica, a partir de la "revolución copernicana".
No mencionaremos, por parecernos demasiado obvio, los nombres de todos los poetas italianos del Renacimiento, como ilustraciones de este movimiento espiritual: sólo, por marcar un límite, diremos que se ha podido considerar a Torquato Tasso (m. 1595) como el último nombre que se incluye propiamente en la época madura renacentista. En general, la poesía italiana del Renacimiento había alcanzado ya una precoz madurez antes de que se pudiera hablar en general de dominio del Renacimiento, es decir, aún en el período que al principio conveníamos en designar con el nombre de Humanismo: puede decirse que desde Petrarca la poesía italiana no cambia sustancialmente, por lo menos hasta el Seiscientos, aunque sí enriqueciéndose con el desarrollo de algún género literario más, dentro de las mismas premisas estéticas, por ejemplo, el poema épico en octavas reales. Pero es precisamente con la llegada del siglo XVI cuando la poética petrarquesca se difunde por toda Europa: Garcilaso en España, Ronsard en Francia, Spenser en Inglaterra, Camoens en Portugal -o, con más precisión, Sá de Miranda- establecen un sistema internacional de formas poéticas, que también comporta, además de la forma, todo un mundo sentimental neoplatónico y clasicista, con mayor o menor tendencia al intimismo filosófico. En la poesía renacentista de todos los países prevalece decididamente el elemento idealista sobre el elemento naturalista -para seguir la distinción antes establecida-: tal vez el elemento naturalista se ha convertido, desde el propio Petrarca, en complacencia formal y sonora, con lo que, de ser cierta esta hipótesis, habría que decir que "lo natural", el objeto de experiencia y complacencia sensible, en vez de ser el mundo real, lo es para esta lírica el poema mismo considerado como "cosa", como producto natural perceptible.
Si pasamos al arte, es decir, a la conciencia estética y a los principios que, de hecho o de derecho, rigen las artes plásticas en el período renacentista, nos encontramos con un dilema explícito entre realismo e idealismo, sobre todo si, como es el caso de Leonardo de Vinci, además de la obra tenemos las palabras del artista: por un lado, se acentúa, en el Tratado de la pintura (V.), la afirmación de que el arte tiene que ser observación, análisis y posesión reproductora de la realidad, frente al esquematismo simbólico del arte medieval, pero al mismo tiempo la obra de arte es una ordenación, un descubrimiento de "leyes", e incluso, una manifestación del ideal que el artista lleva en sí, por más que lo lleve como resultado de una larga experiencia de observación de realidades. Se ha señalado que Leon Battista Alberti y Rafael entendían la "idea" en este sentido de "ideal": más adelante, Vasari le da un simple significado de abbozzo, o sea, de proyecto, de plan preconcebido. Si tomamos el momento más característico de la pintura renacentista -Rafael- observamos que la perspectiva lineal establece un ámbito de posesión mental, donde todo se ordena en una escenografía realista, y si se quiere ilusionista, pero precisamente por estar referida a una mente ordenadora. Esto se advierte más claramente en Leonardo, en quien pierde la estabilidad ese equilibrio de contrarios (naturalismo-idealismo), y la pintura trata de investigar y reproducir casi científicamente las condiciones mismas de la experiencia visual: de ahí que se dé paso a la "perspectiva aérea", es decir, a la mayor o menor transparencia y nitidez como indicación de la distancia, más segura y empírica que la ordenación en líneas convergentes de los términos del diorama visual. La "perspectiva aérea", a su vez, comporta el sfumato, cierta borrosidad grisácea que atenúa y funde los colores, tal como de hecho ocurre en la visión humana: ahora la "naturaleza" que persigue la pintura no es tanto la naturaleza de las cosas cuanto la del hombre que las conoce; estamos, pues, entrando en un proceso de autoanálisis, que, pictóricamente, llevará al Impresionismo, y que tiene su correlato intelectual en la filosofía crítica. Evidentemente, ya Leonardo, quizá por causa de sus contactos con la escuela veneciana, pone en crisis el estilo florentino, que es el más propiamente renacentista, dejando la ordenación y la abstracción intelectual del orden lineal, por la aprehensión del fenómeno mismo de la visión, a que lleva la investigación del chiaroscuro. "El pintor se pinta a sí mismo", ha dicho significativamente en su Tratado (en sentido de que el pintor conoce su propia naturaleza humana al pintar, y quizá también que pone sus propios ideales). Con ello se supera el imperativo de "conformidad con la cosa imitada", dejando atrás el realismo estricto, primero por la elección del objeto pintable, pero luego por la aplicación del deus ex machina que es la idea, en el sentido a que alude a ella Pacheco, cuando dice que el pintor debe, para lograr la belleza en su obra, aplicar "juicio y elección de las bellísimas obras de Dios, y cuando no, hermosas ideas"; y finalmente, por otro diverso realismo, un "realismo psicológico", en que no se pretende reproducir la cosa misma, sino el conjunto de las condiciones de su impresión, fundida en una experiencia y un ambiente. A esto lleva el empirismo plástico, que se atiene al ojo, prescindiendo de conceptos y referencias metafísicas y teológicas: la pintura renacentista, así entrada en crisis, dará paso a varios tipos de pintura, como el "manierismo", la pintura escultórica de Miguel Angel, el luminismo de Caravaggio, etc.
Algo diferente es el problema del Renacimiento en la arquitectura: por lo pronto, hay en ella un elemento "humanista" -o sea, de formas grecolatinas heredadas - más importante que en la pintura: los "órdenes" vitruvianos. Y ocurre, además, que el Renacimiento altera radicalmente el sentido mismo de la arquitectura, en parangón con lo que había sido en la Edad Media: obra colectiva, adaptada funcionalmente a las exigencias de la comunidad religiosa o de la vida familiar, y, sobre todo, terreno común de todas las artes plásticas, que se integran jerárquicamente dentro del "campo de fuerzas" arquitectónico. Tal vez por desplazarse el terreno creativo a climas más suaves, desde el Norte hacia el Mediterráneo, en el paso del gótico al Renacimiento, la arquitectura deja de responder a imperativos de habitabilidad para hacerse "libre", ornamental, teniendo en el "palazzo" y su fachada la forma típica, no en la vivienda ni en la iglesia. El arquitecto deja de ser un artesano, un obrero, y se convierte en un puro inventor, que resuelve todo el edificio por una sola intuición espacial abstracta. Argan ha señalado, en el caso de Brunelleschi, que la cúpula de la catedral florentina representa el paso a un modo de construir renacentista: por fallar la pericia medieval de los artesanos, Brunelleschi tiene que inventar una forma nueva de cúpula que se vaya sosteniendo a sí misma conforme se cierra, sin encofrados completos.
Es decir, la arquitectura renacentista significa un análisis y una posesión mental del espacio, de carácter casi filosófico y científico, y que da lugar a un sentido nuevo de la perspectiva arquitectónica, como forma de aprehensión total del edificio, sin el distanciamiento de vagos términos que podía haber en el gótico, y con ornamentación de "citas", de elementos clásicos que dieran elegancia y calidad humanística e histórica al edificio. Podríamos poner a Bramante como ejemplo arquetípico de arquitecto renacentista: Miguel Ángel, Bernini y sobre todo Palladio marcarían el tránsito hacia una situación más "barroca", en el moderado alcance que puede tener esta palabra aplicada a la arquitectura italiana.
Haciendo, pues, un primer resumen del sentido y valor del Renacimiento como movimiento espiritual, podemos decir que en cierto modo es el quicio central de la historia de la cultura occidental: ningún movimiento ha tenido una eficacia renovadora tan decisiva, quizá porque lo esencial de su mensaje era destacar la dimensión "renovadora" y original en el hombre, acentuando lo que en él, en cuanto hombre, podía ser principio de actividad autónoma. Pero lo más curioso -y también, la gran fuerza y la gran debilidad- del Renacimiento es que esta originalidad y esta nueva libertad se propugnaran a partir de un clasicismo, de la invocación a una cultura pretérita de magisterio perenne. Tal vez por la profusión de su novedad tenía el Renacimiento que volverse hacia bases tradicionales en que apoyar el salto: la cuestión está en saber si ese mundo clásico era un canon o un estímulo, un modelo o un pretexto. Como recuerda E. R. Curtius, la Edad Media había conservado en plena circulación muchos elementos clásicos, e incluso seguía teniendo en lo grecolatino el punto habitual de referencia: lo que cambia decisivamente es la intención con que se alude a lo clásico, que en el Renacimiento es una intención radical, alcanzando lo esencial de todo, para revolucionarlo fingiendo no hacer más que restaurarlo y devolverlo a las formas prístinas. Tal es, probablemente, el sentido filológico del Renacimiento, y por eso es totalmente irrelevante que nuestra filología, más perfeccionada, descubra que el mundo clásico fue de hecho algo muy alejado de su imagen canónica renacentista.
No podemos analizar suficientemente el influjo. inmediato del Renacimiento italiano sobre la cultura europea: dejaremos apenas indicado que, en Francia, además de la influencia poética a través de Ronsard, hay que tomar en cuenta el pensamiento neoepicúreo de Pierre Gassendi, y sobre todo, el fino pensamiento crítico de Montaigne; para no entrar en el dominio de las artes plásticas, también con evidente, aunque más retardado eco renacentista. En un sentido más científico y filosófico, señalaremos el ejemplo germánico de Paracelso. Y en el terreno religioso, en general, ya hemos aludido a la conexión entre Renacimiento y Reforma.
Pero sí nos extenderemos algo más en el problema del Renacimiento español, entre otras razones porque, en la suerte peculiar de su influjo en España, puede el Renacimiento dejar ver mucho de su esencia. Ha habido quien ha negado todo renacentismo en la cultura española (España, el país sin Renacimiento se tituló el libro de Wantoch), y ha habido, por el contrario, quien, como Aubrey F. G. Bell, ha extendido el renacentismo hasta abarcar todo el Siglo de Oro literario.
(En cualquier caso, no puede ser un azar que el Siglo de Oro empezara precisamente a raíz de la entrada del influjo renacentista.) Pero podría ocurrir que todo el Siglo de Oro fuera, de un modo u otro, renacentista, y, sin embargo, que el Renacimiento no se hubiera dado en forma dominante y pura en España. España fue el país europeo que recibió más de lleno el impacto del Renacimiento, por proximidad física y contacto político, pero su espíritu no se adecuaba al sentido esencial del Renacimiento: demasiado teocéntrica, demasiado poco interesada en la contemplación especulativa -científica o estética- de la naturaleza circundante, que no se refiera directamente a intereses éticos y religiosos, España, por otra parte preocupada con la colonización americana y -en seguida- por las guerras religiosas, no tenía el desasimiento teórico renacentista, ni su primacía del tema antropológico. Con todo ello, lo cierto es que se puede y se suele hablar del "Renacimiento español" para referirse, aproximadamente, al reinado del Emperador Carlos, o sea a la primera mitad del siglo XVI. En la prosa, el renacentismo domina a partir de su entrada, en lucha con el elemento medievalista siempre persistente, en la Celestina (V.), para dar su último fruto maduro en los diálogos y tratados de Fray Luis de León: en la poesía, el renacentismo propiamente dicho que introducen Boscán y Garcilaso dura como tal hasta Fernando de Herrera, para confluir gradualmente en un sentido más amplio de la lírica, donde el Renacimiento no es más que una de las fuerzas y elementos del conjunto.
Ahora bien, seguramente lo que más importaba en aquel período de la cultura española no eran las nuevas formas artísticas y poéticas, ni el nuevo sentido filosófico, filológico y científico -esta última dimensión fue prácticamente ignorada-, ni, mucho menos, como no fuera para un enérgico rechace, el nuevo sentido político, sino, por encima de todo, las inquietudes religiosas en esa nueva atmósfera que toma de Erasmo de Rotterdam su nombre antonomástico. Es decir, dominaba algo que, aunque talvez de remota raíz renacentista, venía de tierras nórdicas, con un "pathos" religioso poco armonizado con el Renacimiento propiamente dicho.
Fuera de la poesía, la mayor aportación española es la del Cardenal Cisneros, con la Biblia Políglota (y con la misma Universidad de Alcalá, que pudo ser la "Universidad renacentista" frente a Salamanca, Universidad más medieval). Pero nadie piensa nunca en Cisneros como lo que suele llamarse un cardenal del Renacimiento, y, por otra parte, una tan directa aplicación de la filología a una obra religiosa y eclesiástica, se sale probablemente un poco del marco de lo renacentista.
No debemos olvidar alguna manifestación periférica, como la religiosidad individualista, protestante "avant la lettre" de Juan de Valdés, cuyo Diálogo de la lengua (V.) tenía una intención práctica de ayuda para el proselitismo entre los italianos: o como la fina crítica humanista y un tanto erasmiana, de Luis Vives, que suele escribir en latín, y reside en Flandes. Un poco desplazado también, aunque dentro de la propia España, queda Francisco Sánchez, con su "filosofía escéptica", que no encuentra mayor eco por falta de una filosofía laica en el país.
Pero, literalmente hablando, la prosa renacentista no halla plena resolución en España: Fray Antonio de Guevara resulta casi "pre-barroco", y Fray Luis de León, como prosista, tiene un valor muy inferior al de su lírica.
En cambio, Garcilaso de la Vega ofrece, dentro de la poesía, casi un arquetipo de figura renacentista, por su lírica, por su personalidad caballeresca, y en cierto modo, también por la falta de conexión que hay entre sus versos y su catolicismo personal, junto con su sentir de caballero del Imperio, bien lejano a toda elegía en su acción personal. Podríamos presentar a Garcilaso como el punto más avanzado de la penetración del Renacimiento en la cultura española, tal vez en unión de Fernando de Herrera, éste doblado de filólogo, de teórico, y, significativamente, comentador de Garcilaso.
En las artes plásticas, el Renacimiento tiene un influjo que, aunque importante, siempre es parcial. El ejemplo de mayor aproximación al renacentisrno pictórico italiano lo tendríamos en el ambiente valenciano de los pintores "leonardescos", sobre todo la familia Masip, en la cual aparece el llamado "Juan de Juanes". Ya Morales el "Divino" habría de ser encuadrado en un "manierismo", más que en el Renacimiento propiamente dicho.
En la arquitectura el primer influjo renacentista no es tampoco muy puro en su origen ni en su aplicación: se trata del "plateresco", el estilo de ornamentación de edificios que, nacido en Urbino -la patria de Rafael- y difundido desde Venecia, se adapta en España a las últimas formas del gótico -en el reinado de los Reyes Católicos-; en todo caso, no llega nunca a implantarse sobre estructuras totales de edificio que respondan plenamente, a un sentido neoclásico (véase, por ejemplo, en el plateresco "civil", la Plaza Mayor de Salamanca).
Esta debilidad íntima del Renacimiento plástico en España se advierte mejor observando el arte hispanoamericano, donde parece darse como un salto desde lo medieval hasta lo barroco.
Resumiendo, pues, podríamos decir que España es la nación europea que más parte ha recibido del mensaje italiano del Renacimiento, pero también la que más profundamente lo ha modificado y cambiado de sentido, haciéndolo ingrediente de otro sentido general de la cultura y la vida.
Autor: José M.ª Valverde
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Fuente bibliográfica: Diccionario Literario
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Antecedentes y rasgos de la Ilustración

Denis Diderot afirmó que cada siglo tiene su rasgo fundamental. "El nuestro es el siglo del pensar, es decir, el siglo de la razón." En efecto, el s. XVIII ha pasado a la historia con el nombre de "Siglo de las Luces", significándose con ello su oposición a las "tinieblas" de la ignorancia, de la superstición y del oscurantismo a través del conocimiento y la ciencia. Tras los descubrimientos y avances científicos de los ss. XVI y XVII, el XVIII es sobre todo un siglo de aplicaciones prácticas.
La Ilustración en sentido propio tuvo sus raíces en Inglaterra, y su patria ideal en Francia, desde donde se difundió a Italia, Alemania y España. La expresión âge des lumières o âge de la raison es la forma usada por los propios ilustrados para referirse a su tiempo. Los ilustrados se caracterizaron por su esfuerzo por articular su labor intelectual, combinándola con una intención divulgadora. Combatieron contra la Iglesia por la posesión y el control monopolizador de la cultura. Concretamente en Francia, los philosophes guiaron las reivindicaciones espirituales y materiales del pueblo, de las clases explotadas, de la alta y de la pequeña burguesía en ascenso.
La batalla por la difusión de la cultura (de la cual es un modelo la labor de la Encyclopédie dirigida por Jean Le Rond d'Alembert y Denis Diderot) constituye el preámbulo conceptual de la gran revolución.
Los intelectuales del s. XVIII trataron ante todo de difundir los éxitos alcanzados por el pensamiento anterior, considerado una conquista, a fin de elevar la cultura popular a un nivel compatible con el caudal de conocimientos adquiridos en los últimos siglos.
Intentaron asimismo configurar las costumbres morales, jurídicas y políticas en torno a las nuevas ideas positivas y científicas. Todos estos afanes pueden resumirse en lo que cabría calificar como clarificación de las conciencias, "iluminar" o ilustrar.
Entre el legado que la filosofía precedente transmite al movimiento de las luces, cabe destacar:
Inducción
Los ilustrados adoptaron el método inductivo-experimental de Bacon, que postulaba la observación directa de los fenómenos naturales, y contribuía a eliminar el prestigio que había gozado durante siglos el método deductivo de Aristóteles.
Autonomía
Ampliaron la autonomía e independencia del pensamiento racional, que ya afirmara su capacidad para establecer sus propios postulados y extraer sus conclusiones, sin tener que supeditarse a los dictados de la autoridad providencial.
Cientifismo
Hicieron suyo el descubrimiento físico de la ley de la gravitación universal de Isaac Newton, que sirvió para afianzar la noción de un orden cósmico y para valorar más aún los datos observados directamente de la naturaleza.
Anticlericalismo
Asumieron la crítica realizada contra la religión cristiana por la filosofía de Spinoza, quien había sustituido al Dios personal del cristianismo por un Dios de carácter panteísta. Partiendo de esta crítica, un grupo de filósofos británicos elaboró la noción de deísmo, desarrollando la idea de una religión natural, de la que derivaban todas las religiones históricas.
Liberalismo
Desarrollaron la ciencia política anunciada por el liberalismo, separando el derecho natural de las concepciones políticas cristianas, de origen bíblico. En este punto fue fundamental la influencia de Locke, punto de referencia para quienes anhelaban una organización racional de la sociedad y el Estado.
Racionalismo-empirismo
Durante el s. XVIII el racionalismo, entendido como "metafísica de la razón", retrocedió en favor de una razón crítica, y de la idea universal de la exactitud del saber. El empirismo, en cambio, ganó terreno al racionalismo cartesiano, difundiéndose y constituyéndose en una suerte de positivismo científico-tecnológico. A finales de siglo la gran construcción sistemática y crítica de Kant concilió la oposición entre racionalismo y empirismo, conservando el rigor formal del primero, pero orientándolo hacia cauces prácticos.
Fuente bibliográfica: Gran Enciclopedia Interactiva
© 2006 EDITORIAL OCEANO

La Revolución Francesa: de los Estados Generales a la reacción termidoriana

La convocatoria de los Estados Generales significó la culminación de la denominada "revuelta de los privilegiados" y el comienzo de una nueva etapa caracterizada por el protagonismo de la burguesía. Comenzaba la Edad Contemporánea. Las elecciones para diputados se efectuaron según los tres brazos tradicionales: la nobleza, el clero y el tercer estado, aunque este último, por decisión de Necker (nuevamente en el poder desde 1788), debía tener el mismo número de diputados que los otros dos Estados juntos, dado que representaba a la mayoría de la población francesa.
Los Estados Generales se inauguraron el 5 de mayo de 1789. El Tercer Estado exigió que las deliberaciones se hicieran en común y no por brazos, y que las votaciones fueran por cabezas y no por estamentos (brazos). Frente al desacuerdo de los privilegiados, el Tercer Estado se proclamó Asamblea Nacional (16 de junio), a la que se unieron algunos nobles (La Fayette, Mirabeau) y algunos clérigos, como Sieyès.
El 20 de mayo, reunidos en el salón del "Juego de Pelota", los miembros del Tercer Estado decidieron no disolver la Asamblea hasta que se dotara a Francia de una constitución. De esta forma afirmaban el principio de la soberanía nacional.
La movilización popular
Los nobles empujaron a Luis XVI a actuar contra la Asamblea y a destituir a Necker, verdadero ídolo de la burguesía e impulsor de las medidas para que la aristocracia participara en las cargas fiscales. Tales circunstancias, al coincidir con un malestar generalizado de las clases populares, fueron aprovechadas para movilizar a las masas parisienses, que asaltaron la Bastilla (14 de julio de 1789), prisión estatal y símbolo del absolutismo.
La rebelión se extendió por todo el país y la burguesía se adueñó del poder municipal y creó milicias cívicas. Pero, cuando la revuelta urbana empezaba a remitir, una oleada revolucionaria recorrió el campo, dando lugar al fenómeno conocido como el "Gran Miedo". La rebelión campesina obligó a los miembros de la Asamblea Constituyente a abolir el régimen feudal (privilegios fiscales y derechos señoriales).
La obra de la Asamblea Constituyente
El 26 de agosto, la Asamblea publicó la Declaración de los Derechos del Hombre, en la cual se reconocían el derecho a la propiedad, la igualdad jurídica y las libertades personales. El 12 de julio de 1790 se proclamaba la constitución civil del clero, cuyos miembros pasaban a ser funcionarios estatales a la par que se suprimían los conventos y las órdenes religiosas. Además, los bienes de la Iglesia fueron nacionalizados y vendidos para enjuagar el déficit público.
Ante el desarrollo de los acontecimientos, Luis XVI y su familia intentaron huir de Francia, siguiendo el camino que ya había tomado parte de la nobleza, pero su fuga fue descubierta en Varennes y la familia real fue conducida de vuelta a París.
La Constitución de 1791
La nueva constitución (14 de septiembre de 1791) establecía la monarquía parlamentaria como sistema político. El rey tenía derecho de veto sobre las leyes votadas por la Asamblea y ésta era elegida de forma censitaria (tenían derecho de voto los ciudadanos que pagasen una contribución igual a tres días de trabajo). En general, la Constitución de 1791 era, en su articulado, la expresión política de la burguesía moderada.
La Asamblea desplegó una ingente tarea legislativa: descentralización y racionalización administrativa con la creación de 83 departamentos; reordenación de la administración de justicia; abolición de las trabas que imposibilitaban el acceso de los ciudadanos a los cargos civiles y militares; supresión de aduanas y peajes interiores; abolición de los gremios; y regulación de la igualdad de todos los ciudadanos ante los impuestos.
La Constituyente, tras convocar elecciones legislativas, se disolvió el 30 de septiembre de 1791.
La Asamblea Legislativa
La cámara que resultó de las elecciones legislativas estaba integrada en su totalidad por miembros de los distintos sectores de la burguesía. Los 745 escaños se distribuían en tres grandes grupos ideológicos: la derecha, integrada por 260 diputados que defendían la monarquía constitucional; la izquierda, representada por 140 diputados claramente opuestos al régimen monárquico; y el centro, grupo mayoritario en el que se incluían patriotas identificados con la revolución pero que no se definían en cuanto a la forma de Estado.
La Asamblea Legislativa supuso un paso adelante en el proceso de radicalización revolucionaria que vivía Francia desde 1787. La grave conflictividad interna, provocada en parte por la crisis económica y por la presión de los más radicales que reclamaban la instauración de la República, y la actitud amenazante de las potencias extranjeras hicieron creer a las autoridades de la Asamblea que la Revolución sólo podía salvarse adelantándose a declarar la guerra a los enemigos exteriores.
La declaración de guerra a Austria, 20 de abril de 1792, fue recibida con gran euforia popular, aunque los reveses sufridos en la contienda por el ejército francés causaron un agravamiento de la crisis interna.
Mientras tanto, en París crecía el movimiento contra la monarquía. El 10 de agosto de 1792 se produjo el asalto al palacio de las Tullerías y se estableció la comuna popular de París. La Asamblea destituyó al rey y decretó la formación de una Convención nacional elegida por sufragio universal. La monarquía constitucional había sobrevivido menos de un año.
La Convención
El proceso revolucionario alcanzó con la Convención sus más elevadas cotas de radicalismo. Derrotados los monárquicos constitucionalistas en las elecciones, la nueva cámara estuvo formada por una derecha (160 diputados) de extracción altoburguesa y defensora de una república conservadora (girondinos); una izquierda y extrema izquierda (140 diputados) que agrupaba a la pequeña y mediana burguesía, defensora de una república democrática (la montaña); entre ambas tendencias, se ubicaba la llanura o el pantano, contingente de centro (350-400 escaños), que era el grupo más numeroso.
El 20 de septiembre, la Convención proclamó la República e inauguró un nuevo calendario el mes de septiembre de 1792, pasó a corresponder al año I de la República.
El proceso a Luis XVI, que sería condenado a muerte y guillotinado el 21 de enero de 1793, agudizó la crisis por la que atravesaba Francia. Las fuerzas realistas y el clero refractario provocaron revueltas antirrepublicanas, mientras que las potencias absolutistas europeas creaban la primera coalición para frenar el avance de las tropas de la Convención.
En el verano de 1973, los diputados montañeses expulsaron del poder a la derecha girondina. El nuevo poder, progresivamente encarnado en la dictadura de Robespierre, dictó una serie de medidas encaminadas a poner todos los recursos de la nación al servicio de la guerra para derrotar a los ejércitos de la primera coalición. Por otro lado, la puesta en marcha de tribunales revolucionarios logró aplastar la rebelión interior. Superada la crisis, el frente jacobino empezó a fraccionarse y cada vez era más fuerte la reacción moderada que reclamaba la normalización de la vida pública y la aplicación de la Constitución de junio de 1793.
Las medidas fueron cada vez más radicales, y el 10 de octubre de 1793 se suspendió la constitución proclamando el estado de excepción. Se iniciaba lo que se conoce como el Terror, o dictadura de Robespierre. Un tribunal revolucionario sumarísimo ejecutó en la guillotina a numerosas personas, entre ellas la reina María Antonieta (16 de octubre de 1793). La represión fue indiscriminada, llegando incluso a afectar a algunos jacobinos, como Danton.
La reacción termidoriana
El desprestigio de Robespierre impulsó a su propio partido a acabar con su vida. Arrestado junto con Saint-Just el 27 de julio de 1794 (9 de Termidor), ambos fueron ejecutados al día siguiente. El "golpe de Termidor" puso fin a la fase de radicalismo jacobino e inauguró un período de reacción conservadora en el que el terror sólo cambió de dirección.
La gran burguesía volvía a hacerse con el poder, formando un frente común con el ejército para impedir todo intento de subvertir el nuevo orden burgués que se presentaba como el gran logro de la Revolución.
¿Quién fue el inventor de la guillotina? El médico francés Joseph-Ignace Guillotin (1738-1821), miembro de la Asamblea Nacional en 1789. En realidad, Guillotin no hizo más que perfeccionar un artilugio similar que ya se usaba en Italia y Escocia desde el siglo XV, cosa que hizo como "acto de humanidad" para facilitar a los reos de pena capital una muerte rápida e indolora. El primer reo ajusticiado fue Nicolás Jacques Pelletier (abril de 1792).
Fuente bibliográfica: Gran Enciclopedia Interactiva
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